Parece una pregunta extraña, la del título. “Bueno, te lo permitiste cuando decidiste transitar”, podría pensar alguien. “Te lo permitiste cuando ya se lo contaste a alguien”. Ais, la salida del armario, esa leyenda mágica que tiñe de tanta confusión las vidas LGTB… La idea de que una transforma y libera su vida en ese momento… No, no es más que una leyenda. Nada se construye en un día.

Y a mí permitirme ser una mujer transexual me ha costado (y creo que me sigue costando a veces), mucho más allá del hecho de aceptar quién soy y de seguir ciertos pasos. No, permitirse va más allá. En el permiso está la verdadera liberación… y yo creo que reducir eso a un momento es una locura que solo trae frustración. Bueno, yo, al menos, lo vivo como un proceso gradual y para nada lineal…

Pero es que también lo he visto en otras personas LGTB en mi vida…

Si escribo esto después de estar trabajando en un detalle de este vídeo del Podcast Yonki Books, es por algo… Es porque, al final, ya sea recuperarte de una adicción –ahora hablaré de ello– o aceptar tu vida como minoría de identidad u orientación sexual –en mi caso, ambas, encima–, al final, son procesos parecidos… Son procesos de quitar lo viejo y crear algo nuevo.

Cualquiera que se haya recuperado de una adicción os lo dirá. Yo también os lo digo: puedes quitar la sustancia, pero la adicción sigue ahí… Los mecanismos siguen ahí… Encuentras otras sustancias u otros comportamientos1 si te quedas solo en el quitar. No, recuperarte de una adicción implica también crear una nueva vida para poder evitar que la adicción vuelva a tomar el control de tu vida.

Si no, te pasa como a mí: que de un enganche a las benzodiacepinas acabé en un enganche al alcohol cuando me las quitaron… Y nunca había bebido antes…

Este rodeo a través de la adicción solo lo hago por dejar claro esto: que una vida LGTB no comienza ni se reestructura mágicamente con la legendaria salida del armario. Eso solo es el comienzo… y, ojo, también cada uno define eso de salir del armario de maneras diferentes, que si es aceptarlo en el fuero interno, que si es contárselo a los amigos más cercanos o familiares o si ya “vale” cuando lo dices en redes sociales…

Sea cual sea la definición… es un concepto que oprime a través de la creación de un momento o una serie de momentos predefinidos, como que son “pantallas” que una tiene que pasar y que, cuando una la pasa, listo, la vida es distinta. No.

Yo también lo viví así, ¿eh? Creo que todos hemos caído en esa trampa… 🫠

Yo soy una lesbiana trans, así que solo puedo hablar de mi paso, que ha tenido que ser doble… aunque yo intentara que solo fuera simple, buscando a la desesperada ser hetero (= “normal” o, al menos, “más comprensible para la sociedad”, en mi caótica cabeza).

Ya, pero justo ese doble giro de guión lo demuestra: qué poca estabilidad, ¿no? Y ojo, no tiene nada que ver cómo vivo mi orientación ahora después de la “fase hetero” que cómo vivía al principio de mi transición, que era una atracción a las mujeres pero muy por inercia… era real, pero no era “mía” aún. De hecho, a ver, buscar ser heterosexual fue una expresión de la necesidad de apropiarme de mi orientación, solo que me fui a por la incorrecta.

Y esta afirmación, ese darme permiso para vivir mi orientación cuándo fue… ¿hace un mes y poco? No mucho más. Y ojo, acabo de decir darme permiso, o sea, que “tan solo” –en realidad, es un paso gigante– me he abierto a darme la oportunidad de ser yo. Ya veremos cuando sucedan (o no) cosas, a ver cómo me encuentro.

Ser y ejercer no son lo mismo, pero no se puede ejercer de verdad sin ser… y, por tanto, sin dejarse ser.

Con la transexualidad ha sido lo mismo. Sí, “salí del armario” hace dos años, cambié mi nombre,2 comencé el tratamiento hormonal… pero me resistía. Iba dando pasos, pero cada paso –como he contado– venía acompañado de mucho coste, mucha lucha interna, mucha sensación o de no merecer o de impostora o, peor, de especie invasora. Busqué respuestas en todos los sitios menos donde debía, es decir, dentro de mí… dentro de mis propios recuerdos, experiencias y conversaciones tan evidentes a lo largo de mi vida… y eso lo he aprendido a hacer escribiendo, primero para mis sesiones de terapia… y luego ya, bueno, ya me conocéis, ¿no? 😅

Fue cuando “pasé el umbral” que comencé a cuestionarme todo, hasta esas cosas que había vivido… Porque toca cuestionarte. Toca quitarte lo viejo… y responder a las preguntas para crear lo nuevo. Y muchas de esas preguntas se responden con experiencias que vas integrando, que igual integras meses más tarde de haberlas vivido. Se necesita tiempo, calma, introspección si una tiene ese carácter o, simplemente, una buena pizza con una bebida –sin alcohol yo, vosotros tomad lo que queráis– y ver una serie… o, y no bromeo para nada con esto, tocarte.

No, no es fácil. Si yo me pusiera a hablar de los líos identitarios que me han producido algunos juguetes eróticos o ciertas prácticas, esto se vuelve un post tan explícito que no lo va a leer nadie y mi proveedor del servidor igual no me echa el cierre pero me dice “Oiga, baje el tono, que su web comparte CPU con la web de un coro de feligreses de una iglesia anglicana en Cornwall. Sea buena vecina, señora”.3 No, ahora en serio, hay cosas que me gusta dejar en la intimidad más personal, aun cuando yo me expongo bastante… y me guste exponerme… Pero no todo se tiene que exponer, claro…

Cuestionarse no es agradable. A todo el mundo nos gusta la estabilidad y tener respuestas rápidas. Entonces es muy fácil y muy tentador cerrarse a cuestionarnos ciertas cosas, grandes o pequeñas, importantes o leves. Ya, no darnos permiso para ser tiene la “ventaja” de que no nos abre las puertas de las preguntas incómodas… pero esa misma es su desventaja.

La cultura social media-pop de hoy en día lo expresa con frases que no me gustan como la de que “la felicidad está detrás del miedo”. Es una frase absurda: el miedo puede ser de muchos tipos y, en general, es una emoción a tener en cuenta porque es una señal. Tirar a lo loco sin integrar ese miedo es, básicamente, jugar a la ruleta rusa… y los relatos que nos quedan de gente a la que le ha salido bien la jugada es… justamente… la de aquellos que les ha salido bien. A aquellos que fracasaron en el intento por no integrar el miedo no solemos escucharlos. Es mal branding en tus social media, tía… te tira abajo el engagement.

¿Sabéis la de cosas que yo he intentado con miedo y que fracasaron porque yo no estaba preparada y de las que solo aprendí algo ahora, años más tarde gracias a terapia?

No. Preguntarnos las cosas y aceptar que los procesos importantes suelen ser lentos, no lineales, caóticos, que cuando más pensamos que estamos seguras, probablemente sean los momentos en los que menos lo estamos… da pánico. Entonces, nos cerramos a ver qué hay “más allá”… o nos tiramos a la piscina con los ojos cerrados.

Por eso el permiso. Darse a una misma el permiso… incluso para ser. Abrir las puertas y entregarse, soltarse y dejar de querer controlarlo todo… no es fácil, pero es bonito. Las preguntas dejan de ser asaltos y pasan a ser olas mansas que una incluso desea que vengan. Te exploras de forma más honesta, sin querer confirmar prejuicios.

Entonces, ¿cuándo me permití a mí misma ser trans? Hace poco y de a poco… Independientemente de los hechos de la transición… que, quizás, me los tomaba más como una obligación que como una forma de libertad… Bueno, los hice, fuera como fuera… pero algo faltaba: rendirme ante la evidencia de que no se puede, al mismo tiempo, intentar liberarse y crear como patrones predefinidos en los que enjaularse una otra vez, solo que desde otro punto de vista. Cuando te rindes, la exigencia, el juicio terrible que te haces, la sensación de no ser suficiente, comienza a desaparecer… y vives.

Y esto no solo vale para mí o para las personas LGTB, sino que vale para todo el mundo. Siempre digo que alguien como yo no es nada especial. Un camino como el mío es como el de todo el mundo, pero con otros colores. Todos nos tenemos que dar permiso para vivirnos y conocernos a través del vivirnos… que tiene sus momentos altos y sus momentos bajos, pero siempre, siempre, siempre vale la pena.

Vivirse es una aventura preciosa. En serio… 💜


  1. Se discute bastante si se puede ser adicto a un comportamiento (por ejemplo, consumir pornografía). Con las sustancias las modificaciones cerebrales son muy claras, pero no tanto con el comportamiento. Yo, como buena estructural-funcionalista que soy en casi todo, creo que da igual si la base biológica entre adicción a sustancias y una adicción a un comportamiento son distintas o iguales… Al final, ambas afectan de formas muy similares, tienen efectos muy parecidos o idénticos y la recuperación de ambas es tan parecida en su complejidad y multitud de factores que… mira, me compensa más teóricamente hablando considerar ambas como adicciones. ↩︎

  2. Tardé unas semanas… durante un tiempo fui Anónima, autora de muchos libros tales como El Lazarillo de Tormes y, por supuesto, Beowulf. Debería haberme mantenido así para reclamar regalías de todos esos libros anónimos que se editan. Habría sido un golpe maestro, un hito en la historia de los derechos de autor, y yo me habría forrado. Pero no, en vez de eso, Ariadna. ↩︎

  3. Es que el VPS donde alojo esta web está en un datacenter en el Reino Unido. ↩︎