Escribo esto muy rota. Seguramente sea un vómito sin un hilo discernible… Una confesión pública de muchas cosas que van unidas pero… enredadas, tal y como está mi alma en este momento.

Como escribí en otra ocasión, mi relación con el sexo no es buena. Estoy trabajándola lo mejor que puedo e, incluso, he vuelto a terapia… quiero mejorarla porque me atraviesa por completo y siento que me robaron la sexualidad en la infancia y en la adolescencia por… bueno, no quiero repetir lo que ya conté en ese otro post.

Así que muchas veces me siento frustrada por sentirme atrasada, claro, comparándome con mis amigas –cis y trans, siempre salgo perdiendo contra ambas–. Mucho viene de la falta de experiencia práctica compartida y del cómo se dieron las pocas experiencias que he tenido… Y mucho también viene de que para mí todavía a día de hoy se me hace muy, pero muy complicado entender por qué soy mujer, si es que realmente tengo derecho a llamarme así, al final qué es una mujer y yo dónde pinto en el sudoku.

Matt Walsh1 me podría destrozar en este momento por completo.

Me cuesta mucho el nosotras, me dijo mi sexóloga. El yo lo tengo bastante bien amueblado: me encanta ser Ariadna, me encanta mi cuerpo, me siento bien conmigo misma… En el momento de que ese yo se tiene que sumar a otras mujeres, mi cabeza me empieza a decir desde “bueno, pero no soy exactamente lo mismo” –los días menos malos– hasta “eres una especie invasora” –los peores días–. Sí que hay días de paz… y suelen ser los días en los que me he dejado llevar un poco por el autoerotismo.

Y sé que todas somos diferentes… ya, pero yo uso la excusa de la diferencia para excluirme explícita o tácitamente.

Me ha costado mucho aceptar que puede haber una mujer con pene como yo. Lo curioso es que no tengo ninguna intención de operarme. No creo que necesite esa operación, que además es bastante… voy a decir que, desde fuera, me parece una lotería que solo vale la pena si hay una necesidad. Además, por mucho que me operase, estoy segura de que buscaría cualquier otro motivo para excluirme, la operación misma, por ejemplo (“Ya, es que eres falsa: tuviste que pasar por quirófano”, me escucho decir en ese hipotético).

Es una mierda horrible. El mundo no nos lo pone del todo fácil2, y yo me lo pongo muchísimo más difícil. “No entres ahí porque, es que claro…”, “Ya, pero a quién le va a gustar verte con barba por la mañana”, “Te van a mirar mal, porque…”

Voces así me frenaron durante meses para ponerme unos simples pendientes en el lóbulo de la oreja. No, no estoy hablando de nada en el que intervengan los genitales o el sexo o nada… “Es que…” Encima vivo en un barrio donde casi todos los hombres llevan pendientes y bastante más radicales que lo que yo quería, por si acaso el problema era que “iba a ser raro”. No, el problema era que complico el mapa muchísimo más de la cuenta: “Es algo muy femenino, por tanto no sé si me merezco hacerlo”.

Me costó muchísimo también comprar sujetadores… que, al final, ahora se me ha hecho más fácil, pero sigo teniendo días en los que me da vergüenza entrar a las tiendas… como si no me pertenecieran… como si yo no debiera estar ahí… como si mis tetas no fueran argumento suficiente como para darme cuenta de que, oye, necesito ropa interior.

La depilación láser está siendo otro reto. Poco a poco me estoy haciendo a la idea, vale. Pero me castigo horrendamente por querer hacerme según qué zonas. “Eso es de guarra” o “Ya, ¿y vas a desnudarte delante de las chicas de la clínica estética?”3. Todo el tiempo tengo que perder energías en parar esos aluviones de los peores juicios que una se puede imponer. Da igual que ya conozca a las de la clínica y que me trataran como una reina en una sesión de prueba, me dieran los precios de todo lo que les pedí. Miedo, pudor, sensación de no estar aclimatada… y ciega a la realidad por el cacao que se me junta en el cerebro, mientras mi corazón se resigna a cruzarse de brazos a esperar a que la cabeza deje de hacer el bobo.

La voy a hacer y estaré súper contenta, pero el precio que pago de desgaste antes es insostenible.

Esto se extiende por muchas otras ramas. Siento desnudarme tanto hoy, pero es lo que necesito.

Si he entrado en crisis total… ya anoche, pero este mediodía ha sido cuando he llorado a moco tendido –mientras atendía cosas del trabajo…–, ha sido por estar leyendo Orgas(mitos) de la sexóloga Laura Morán. Y no, esto no es publi de la editorial en la que trabajo ya que el libro lo sacamos nosotros.

Uno de los puntos en los que más insiste ella… y cualquier sexólogo, la verdad, es que la sexualidad es integral a toda la vida y que un encuentro sexual no se reduce al coito. Un encuentro donde no haya habido penetración es un encuentro. Lamentablemente, la sociedad tira para el otro lado, hasta el punto de que el concepto virginidad en realidad se refiere a haber tenido o no el primer coito.

En No más pánico al sexo conté un poco mi “biografía sexual”. El resumen: con un chico tuve “un intento” –lo llamé así– y, luego estuve, dos años con una chica. Con el chico yo tenía una vaga conciencia de “ser femenina”, con la chica yo estaba en una negación muy consciente y en esa relación había mucho de “quiero curarme eso que llevo dentro”. No lo conté en el post, pero en esa relación hubo una primera fase que recuerdo guay y, luego, la desastrosa.

La guay era porque ella y yo nos estábamos descubriendo. Cuando nos conocimos ella tampoco había experimentado la penetración en su vida. A ella le daba pánico, a mí también, así que hacíamos otras cosas. A día de hoy es lo único que recuerdo de mi vida sexual con ella. Luego nos “atrevimos” y a mí me saltó el conflicto… yo rehuía los encuentros –encima, a ella le encantaba– y, al final, la única manera para mí para aguantar era bebiendo o despersonalizando por completo. Y me jode mucho no acordarme de nada.

Pero no conté una más. Y no la conté por… el prejuicio de que no había habido lo que ya sabemos.

Durante unos años fui muy amiga de una chica con la que tengo que reconocer que siempre hubo algo. Era un flirteo constante, con celos de ambas y, encima, hacíamos muy buena pareja de baile porque nos conocíamos al milímetro. Una noche que ella había sido traicionada otra vez por su pareja acabamos ella y yo en casa de un amigo mutuo… borrachas perdidas. Acabamos durmiendo en la cama de ese amigo, que se quedó en su sofá, en la planta baja.

Ya sabemos cómo son a veces los dormires alcoholizados… a veces entras en un trance extraño… y en ese trance extraño ella y yo tuvimos un momento muy, pero muy íntimo… tanto por la conversación como por dónde pasaron las manos. Lo recuerdo muy inocente y también recuerdo mucho el gusto que me dio.

Leyendo el libro de Laura me acordé de ese momento. Y me descubrí pensando… “Lo repetiría, sin duda”. Y me refería a repetirlo con una mujer… porque lo que pasó ahí… es que no me lo imagino posible con un hombre (seguramente me equivoque, también).

Y crack: ¿Soy bisexual? ¿O me estoy aferrando ahora a un recuerdo con una mujer por la dificultad que me suponen los hombres? ¿Fue sexual lo que pasó? Pero los chicos me gustan… Aunque claro, con las conversaciones que voy teniendo con mis amigas sobre sus chicos se me quitan las ganas a veces… Pero si yo voy mirando a los chicos súper naturalmente ahora y fantaseo un montón con ellos… A las chicas también, ya, pero es por lo que visten, el estilo… ¿espera, es solo por eso? Pero… ¿Qué soy? ¿Otra vez dudas?

El cansancio, las lágrimas… todo otra vez.

Y otra vez: ¿Pero una chica trans con pene con una mujer? Ya, ya, la teoría, pero… No, no quiero ser especie invasora… Sí, obvio que siempre me he sentido más segura con chicas… ¿por habituación? ¿Por qué es lo que me adoctrinaron? ¿Quizás porque cuando estaba obligada a vivir entre chicos detestaba todo lo que sucedía en el mundo masculino? Y entra un miedo muy, muy frío…

Me hundí. Me sentí un signo de interrogación enorme. Me sentí con la brújula rota. Sin respuestas.

Y aquí la poca experiencia no ya “en la intimidad”, sino mía emocional propia no ayuda para nada… y voy a tener que hablar de… las hormonas. Ya os he dicho: esto es largo, un manantial –más bonito que “vómito”, como he dicho antes4– al que no le estoy poniendo freno.

Al principio de mi transición yo estaba bastante convencida de que me gustaban solo las mujeres. Era la inercia de lo que creía de mí en ese momento y como tenía que resolver tantas cosas en mi vida, como que la orientación era muy secundaria en ese momento. “Solo” había estado con “una” chica; o sea, aquella con la que había habido coito: el chico de mi adolescencia y la otra amiga no cuentan, entonces, bajo ese criterio. Por cierto, qué hábil soy en cambiar de criterio para que siempre salga yo perdiendo 😉

Yo la terapia de reemplazo hormonal la empecé un año más tarde de salir del armario. Os ahorro los detalles, porque hubo problemas burocráticos y mi hipocondria natural. Para quien no lo sepa, el tratamiento consiste en una dosis de estrógenos y un bloqueador de la testosterona. Un día escribiré algo con más detalle sobre esto, porque si lo hago aquí esto acabará siendo un libro.

El procedimiento normal es comenzar con una dosis alta de bloqueador y una dosis casi placebo de estrógenos. En esa fase –60 días, en mi caso– yo noté una sola cosa: más claridad mental. Luego, se sube el estrógeno a una dosis funcional: o sea, para que haya feminización.

En esa segunda fase que duró casi un año los cambios son graduales. Y una de las cosas que empecé a notar fue deseo sexual. Entrados unos meses y con una libido más alta y ya con un aspecto más femenino que llamaba la atención de los tíos… Bueno, un día me sorprendí a mí misma flirteando con un chico… y me encantó la sensación, me encantó la reacción de mi cuerpo… y cuando me fui del sitio donde estaba él… me entró la risa floja en plena calle.

Y se desbloquearon los recuerdos con el chico aquel, los besos “inocentes” con un cierto animador gay de una discoteca salsera de Barcelona… el cómo llegaba a perseguir a ciertos amigos por su atención…

Así fue cómo redescubrí que me gustaban los chicos. Con las chicas… no sé, pronto como que dejé de fijarme en ellas sin tampoco forzar nada. Me fijaba, como he dicho, mucho en ropa y estilo –o eso creo–, aunque ocasionalmente se me fuera la vista a otras partes… aunque quizás eso solo sea compararme o envidia… ¿Puede ser? ¿O con unas era eso y con otras era atracción? Claro, con ellos es súper fácil: si me fijo es porque me ha llamado la atención. Punto.

Cacao.

Bueno, adivinad qué pasó hace un par de meses en mi vida. Aumento de estrógenos y disminución del bloqueador, como marca la pauta. De repente, muchísimo más deseo –por eso estoy tan centrada con estos temas–, muchísima… no sé cómo llamarlo… más conciencia corporal… para bien y para mal… y la sensibilidad por las nubes. Por decirlo de algún modo, siento el cuerpo como un Ferrari que va a toda velocidad…

…y yo me veo que no tengo ni el carnet.

La verdad es que yo no sé ponerle nombre a nada de lo que siento. Es como, de repente, vivir en Marte. No es que vaya cachonda perdida, sino que, ahora, algo muy dentro de mí me está diciendo “Viene siendo hora”. De vivir muy de espaldas a todo esto a descubrir que destilo sexualidad hasta por los poros y yendo a hacer la compra… sin ni pensarlo.

Por otro lado, los sentimientos son muchísimos, de todos los colores, me empiezo a sorprender mirando a diestro y siniestro, conmigo misma estoy súper erotizada a un nivel que nunca había vivido… pero no quiero perder el control… mientras me miran y me escriben y yo no sé gestionar nada…5 Y entonces, me asaltan preguntas, preguntas, preguntas… Muchas preguntas..

Y cansa mucho, la verdad, porque me gustaría que hubiera más respuestas…

Yo muchas veces hablo de que he descubierto por primera vez lo que es vivirme. Lo de arriba no lo niega. Lo he descubierto… otra cosa es que todavía haya cositas en las que me cuesta más permitírmelo. Y como todo esto me afecta muchísimo en la autoestima y la autopercepción, pues, a terapia.

A mí lo que me duele es la sensación de que todo podría haber sido más fácil si en casa las cosas se hubiesen podido hablar sin miedo a una paliza, juicios o negación emocional. Ya ni hablo solo de la identidad de género y la orientación sexual… es que directamente yo en general no preguntaba nada porque no confiaba en ellos ni para hablar del sexo más “cisheteronormativo” –odio esas palabras– del mundo. Ellos nunca me hablaron de nada y delegaron la tarea en los adoctrinadores del Opus: anatomía y luego, literalmente, pasar horas y horas a explicar por qué la homosexualidad o el aborto, mal de males. Muchas veces en las familias hay incomprensión e ignorancia, pero hay una voluntad como de trabajar las cosas juntos… y esa voluntad es la que allana el camino. Y muchas veces me he culpado de que yo no di el primer paso… de cría. (Imposible).

Me toca explorarme aún más, quitando los miedos de encima. Lo voy haciendo y avanzo y estoy súper orgullosa de lo que he avanzado. Por ejemplo, cómo he aceptado tocarme, viéndome incluso en el espejo, disfrutándome al máximo y sin culpa ninguna. Eso es un lograzo viniendo de donde he venido… Y costó horrores, con un Christian revival por el medio porque me entró el pánico… Todavía me cuesta, eso sí, lo de que hacerlo a solas es igual de sexual que con alguien porque, con alguien, estoy compartiendo lo que siempre es y será mío.

Sé que estaré bien, que sacaré todo esto adelante y que la terapeuta a la que voy es muy buena –ya estuve con ella en algún momento–. Lo que pasa es que a una le gustaría que todo fuera más rápido, la verdad.

Si escribo así, arriesgando tanta intimidad, es porque no me puedo creer que esté sola. Y no hablo de otras chicas trans. Hablo en general. Estoy segura de que hay mucha más gente que lo pasa mal con temas que tienen que ver con sus cuerpos, su sexualidad, que tienen un caos en sus corazones, que han llorado por sentirse indignos de poder vivirse en general y en esto. Lo entiendo. Mucho. Insisto: terapia, de verdad… Hay gente guay y formada que ayuda mucho. Que los y las amigas llegan hasta donde les permiten sus experiencias… y es un tesoro hablar con ellos… pero a veces un profesional también hace falta.

Lo reconozco: estoy encontrando una fascinación por la sexología como disciplina y la sexualidad que, quizás viene porque me la negaran y por querer entender esto tan humano. ¿Quizás debería formarme? No sé, quizás mi historia valga para algo más que para mí misma…

Suspiro… Deseadme suerte, corazones 💓 Yo sigo caminando, pero suerte y paz siempre vienen bien…


  1. Comentarista y autor estadounidense conservador, de The Daily Wire que presentó el documental What Is a Woman? en el que se dedica a “solo hacer preguntas” para, en realidad, defender la posición conservadora de que solo las “mujeres biológicas” (o sea, cis) son mujeres. Que yo conozca a este tipo ya es un poco preocupante en sí. ↩︎

  2. La verdad, no creo que haya tanta transfobia. Lo que hay es más bien desconocimiento… partiendo del nuestro propio. ↩︎

  3. No ayudó que en Pamplona –ciudad conservadora– sí que hay sitios que discriminan mucho qué servicios de depilación dan dependiendo de qué suponen que tienes entre las piernas… incluso en zonas que no deberían importar. Encontré una clínica se niega a hacerles a los chicos los muslos. Esto solo añade estrés, la verdad. ↩︎

  4. Nota in vivo: El escribir todo lo anterior me ha ayudado a encontrarme mejor… A estas alturas se nota, ¿no? ↩︎

  5. ¿Os acordáis de que me había metido en dos apps de citas? Cerré la sesión en ambas. Me sentía muy rara, pero muy rara. Vale, no he borrado los perfiles pero, en estos momentos, creo que no es para mí. ↩︎