Le tengo pánico al sexo. Pánico. El nivel de pánico es el de que, muchas veces, intentando imaginarme en esa situación, acabo teniendo un ataque de ansiedad o me acabo diciendo que nunca voy a poder hacerlo o que me va a pasar cualquier cosa horrible si lo intento.

Pero ayer tuve una conversación y me di cuenta de que estoy harta de este miedo. Anoche me encontré conmigo misma otra vez y fue súper bonito… y me propuse escribir sobre esto ahora, después de una noche como la de ayer. Porque he querido escribir sobre mi miedo muchas veces, pero siempre era con el corazón acongojado… Hoy escribo tranquila, contenta, con esperanza.

Aparte de ser trans, es que prácticamente no he estado con nadie en mi vida. Mi vida sexual se resume en un intento con un compañero de clase cuando éramos adolescentes y una relación atormentada con una chica que duró algo más de dos años… pero, claro, a mí no me gustan las chicas. Os podéis imaginar lo raro, confuso y dañino que fue eso… para mí, pero también para ella.

Detrás de todo eso… una férrea educación católica… en el seno del mismísimo Opus Dei. De hecho, mis padres censuraron por completo mi relación con aquella chica porque nos habíamos acostado antes del matrimonio. Lo cual a mí me dejó bastante destruida: en ese momento yo ya intuía que era trans, pero quería demostrarme a mí y a ellos que era un chico de verdad, especialmente porque en una ocasión mi padre me había confrontado violentamente con que si yo era gay o no. Cuando te adoctrinan para pensar que el sexo solo se permite bajo unas condiciones, que mi condición no es adecuada, y que, en realidad, el “estado superior” era el celibato1, pues mal… una acaba mal.

Sumemos también que en una época de inocencia yo andaba diciendo que me llamaba Jessica en un cole del Opus… les mandaba cartas de amor a mis compañeros… y por cosas como esas me llamaban una y otra vez a la oficina del director y otros mandos medios, que me chantajeaban con que, si me portaba bien –arrepiéntete, ¿pecador… pecadora…?–, no les dirían nada a mis padres.

Ha sido muy complicado llegar aquí, pero hoy en día me disfruto muchísimo conmigo misma. Mis complejos conmigo misma se han desvanecido: me toco, me regalo orgasmos muy bonitos y todo ayudado, obviamente, porque me acepto como soy y porque la terapia de reemplazo hormonal a mí me ha regalado una libido que antes no había vivido nunca… y que, al menos yo, la siento como muy especial, muy mía y me encanta haberla encontrado.

Mi miedo es para con los demás.

Para mí compartirme con alguien es un terreno desconocido… y, lamentablemente, lo que me cuentan mis amigas cis y trans es para echarse a llorar. En serio, tantos dramas, infidelidades, daños emocionales… a mí me echan para atrás. A veces se hace muy extraño que una amiga te diga que tengo que atreverme cuando esa misma amiga me ha contado un dramón con abuso emocional incluido por parte de un chico. Son señales confusas para alguien como yo que está buscando cómo ubicarse en todo esto.

Mi mayor miedo no es el rechazo. Me han rechazado toda la vida; sé lo que es. Mi mayor miedo es, especialmente en una primera vez con un hombre, que me anulen y que yo no sepa reaccionar a tiempo. Es que yo he vivido anulada y sé que una no se da cuenta hasta que es demasiado tarde. Me preocupa mucho más cómo proteger mi alma que no tanto el miedo a estar desnuda delante de un hombre por primera vez o la primera felación o la primera penetración o dejar que alguien quiero explorar mi cuerpo, aunque sea un poco distinto.

Es el miedo a ser emocionalmente vulnerable… y tener que confiar en aquella persona a quien yo tuviera delante.

Un consejo que me han dado varias amigas ha sido el de intentarlo con alguien a quien ya conozca, pero con la intención de que no sea algo serio. Sin más. Jugar usó mi amiga ayer… y de hecho hizo referencia a que yo me volviera a “mi hotel” después del encuentro… y una parte de mí gritó “No soy una puta”, aunque no se lo dijera a ella. A mí se me hace muy extraño asumir que el sexo pueda ser casual o ser parte del proceso de conocer a alguien… porque, de algún modo, todavía estoy pensando en que primero debo conocer a alguien y, luego, cuando ya lo conozca, podría acostarme con él…

Ya, el trasfondo religioso se asoma tan obviamente detrás de esa idea: primero “cásate” antes de nada, ¿vale?

Al final, es como si todavía me costara entender que nuestra sexualidad es una parte integral de cómo nos relacionamos… sin más… Muchas veces me he dicho que “quiero que sea especial”, pero ¿quizás eso mismo es lo que me boicotea, el querer hacerlo especial en vez de humano y natural? A veces he pensado que yo me molestaría si alguien conocido me dijera que quiere algo conmigo… o que, si yo lo dijera, se molestaría él… pero molestia no porque, quizás, no haya reciprocidad… molestia, simplemente, por intentarlo. Me da vértigo que sea natural, que el sexo sea simplemente algo más en el estar con alguien… o en el estar conmigo.

Pero quiero cambiar cómo veo todo esto. Al final, he recibido un regalazo: una sexualidad súper intensa… pero la desperdicio envolviéndome en dudas. No me culpo… De hecho me acaricio un poco y me vuelvo a decir: “Mira todo lo que has avanzado”. Una noche de sensualidad conmigo misma tan honesta, delante del espejo, como la de ayer habría sido impensable hace meses… sí que me he ido explorando, pero ayer lo sentí diferente y todavía me queda el gustirrín de repetir (¿quién me lo impide?). ¿Y esas fotos tan sensuales que me vengo haciendo? Todavía recuerdo la vergüenza que me daba al principio… y ahora disfruto un montón explorando mi sexo por esa vía también… Sé que he avanzado mucho, pero una a veces se ahoga al mirar el camino que una tiene delante…

La práctica se me complica un poco por circunstancias personales. No es ningún misterio que Pamplona es más cerrada, más dada a las “cuadrillas” que la Barcelona que dejé atrás. En Barcelona tengo mi círculo social y yo fantaseo con que, bueno, siempre una encuentra candidatos en reuniones random o porque tu amiga tiene un primo buenorro y te lo acaba de presentar. Obvio, nada garantiza nunca nada… pero… igual me sentiría más cómoda “nadando” entre la gente.

Aquí… bueno… no sé, lo veo complicado. Sí que me he vuelto a abrir un perfil en dos aplicaciones… más que nada por abrir puertas… pero, la verdad, me da pereza dar like a nadie. Algún match, sí, pero… es raro, no me sale iniciar la conversación, se me hace raro… y cuando la inician ellos, la verdad, no sé de qué hablar y la cosa muere un poco rápido. ¿Quizás me lo tomo demasiado en serio todavía?

Lo que no quiero nunca más es torturarme con pensamientos súper oscuros como “Jamás estarás con nadie” o silogimos extrañísimos para justificar que me esconda, mientras lloro desconsolada. Eso es faltarme el respeto, no quererme y hacerle el juego a toda la mutilación emocional y sexual por la que me hicieron pasar “para arreglarme”… cuando el arreglo de verdad es que me viva plenamente, en alma claro… pero también en cuerpo.

No soy para nada lanzada, pero… bueno… se aprende y una se acostumbra. Lo he hecho con otras cosas en mi vida… Esta toca traumas de la infancia y de la adolescencia, pero creo que puedo sanarlos. Todo comienza aquí: quiero sanarlos y quiero disfrutar de lo que disfrutáis todas las demás… porque me lo merezco por el simple hecho de ser humana.

Deseadme mucha valentía y mucha suerte 🍀


  1. “El matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo” (Escrivá de Balaguer, Camino, 28). ↩︎