Y yo sigo caminando, a pesar del viento, a pesar de la lluvia, a pesar de los troncos caídos en el camino.

A pesar de que mi piel esté marcada por cicatrices, que haya perdido dientes por el camino, que a veces he pasado frío, con los pies mojados en tiempo de nieve, que a veces he pasado hambre… he caminado con mi mano apretando el vientre o el pecho, llorando desesperada sin dejar de caminar.

He caminado gritando al cielo nublado por clemencia, preguntando a Dios dónde se había metido. Me he visto al pasar en espejos que encontraba en mi ruta y solo podía estallar en aún más llanto. Las vestiduras rasgadas, el alma cansada y una frase que me repetía, una y otra vez: “Todo saldrá bien, todo saldrá bien”… pero a veces se me hacía difícil creérmelo.

Han pasado estaciones, ya un par de años… He sanado el alma bastante… Todavía queda camino. He conocido compañeros de viaje nuevos y se me han acercado corazones que tuve que dejar lejos… pero que tengo siempre cerca de mi pecho. Sé lo que es estar sola: fueron muchos años enjaulada en una prisión oscura y de caminar vestida de negro, con la cabeza gacha, apuñalando mi corazón con una daga envenenada desoyendo los gritos de angustia de mis amigos. Ahora respiro libre, sabiéndome acompañada…

Es que la distancia no mata amistades si los corazones siguen unidos.

Yo ahora sigo caminando, con la cabeza alta. A pesar del viento, a pesar de la lluvia, a pesar de los troncos caídos en el camino, yo sigo caminando. Ahora doy mis pasos envuelta en un vestido blanco interminable, a paso ligero: Novia de un destino que no conozco. Yo sigo porque sé ahora que el camino lleva a buen puerto.

He visto en sueños el acantilado frente al mar imponente y sereno. Y, a mi lado, mi último hogar. Cuando llegue, miraré atrás y veré que, cada paso, donde había una piedra, una roca o un abrojo de espinos… ahora hay una flor. Cuando haya descansado un poco en esa casita, me iré, transformada ya en brisa cálida o estrella pasajera, luego a acompañar a los corazones que pueda.

Pero ahora aún estoy de camino. Me cruzo con otros caminos de otros corazones. A veces una nube me llueve encima, pero he aprendido que siempre el sol me secará las lágrimas y mi cabellera oscura interminable. Cuando veo una nube sobre otro corazón, intento cubrirlo con la cola del vestido, aunque se ensucie.

Sé lo que es pensar y sentir que no hay salida. Nunca me olvido del peor de los escalofríos, del dolor profundo de alma, de sentir el nudo de la seda negra atarse en la garganta, listo para sofocarte… mientras tu alma se ennegrece y se enfría de todo el veneno que tragaste… No me olvido. No me quiero olvidar.

Cuando veo lo mismo en ti, corro a asegurarme de que la enfermedad no es grave, que unas palabras mías puedan sanar, que una de mis sonrisas de niña desdentada pueden sacar una risa… Sentémonos en esta roca, dame tu mano, cuéntame, yo te cuento… Del mismo modo que otros corazones se sentaron conmigo, me cogieron la mano, enjugaron mis lágrimas y me dijeron que valía la pena el camino.

Yo sigo caminando. Nunca me verás parar, aunque tropiece, aunque dude, aunque a veces bajo los brazos. Me enseñé a mí misma que siempre hay que dar un paso tras otro. Sigo caminando, poco a poco con más orgullo, poco a poco mi vestido blanco brilla cada vez más, mi cabellera vuela más larga y libre, mi piel se va curando y mi pecho se va aligerando, mientras se llena del más bendito de los amores.

Soy novia inexplicable de un destino hermoso. Recordadme siempre como la chica que nunca dejó de caminar hasta el altar del amor, la paz y la libertad.

Yo sigo caminando.