Me han llamado chica traviesa. ¿Yo? ¿Traviesa? Sí, hablamos en ese sentido, pero no solo en ese. Jamás me he visto así… ¿Debería verme así? ¿Cómo me veis? ¿Cómo me veo? ¿Cuánto hay de diferencia entre mis ojos y los vuestros? Ay, suspiro…

No debería importarme. Pasa de lo que los demás piensen de ti es una frase muy usada hoy en día. ¡Vamos a empoderarnos empuñando la espada de la total independencia de la opinión ajena, tanto buena como mala! Imposible. Eso es inhumano… creo…

Vivimos acompañados por otros seres humanos toda la vida. Nos gusta ser parte de la gran familia humana… y de la pequeña familia que tengamos cerca. Creo que esto nos viene de nuestros ancestros, monos todos. Al final, somos monos con smartphones y arsenales nucleares… 🐒

Dentro de mí siempre ha habido una cosa. Siempre he soñado con ser más pícara, un pelín más peligrosa, más misteriosa, menos inocente… Yo veo mis fotos y las veo bien, pero limitadas. Los demás, en cambio, las veis potentes y hay quien me ha escrito celebrando que yo explore mi sensualidad de forma tan valiente. ¿De verdad lo veis así? Yo lo veo como un ejercicio pobre, como un quiero y no sé si puedo, que sigo haciendo porque me gusta, pero no veo lo valiente, ni veo lo espectacular…

Sin embargo, el deseo está ahí desde que lo recuerdo: coqueta pero con una pizca de malicia, graciosa, segura de mí misma, sensual y elegante con mucha carga, pero con control… traviesa y seductora, sin más, pero sin dejar de respetar, sin dejar de ser agradable. Yo me veo que peco de conservadora, de respetuosa, de dócil porque lo que no quiero ser es irrespetuosa ni agresiva ni exigir como una niña caprichosa.

Lo extraño es… En el trabajo soy la ejecutiva agresiva que la empresa necesita. La que pone límites a cláusulas abusivas con emails que son, a veces, obras maestras de la diplomacia y el poker de los negocios B2B.1 La que pone las cosas en orden cuando, porque es normal, se pierde el hilo de un contrato porque todos en la industria editorial vamos un poco de culete. Ahí me siento muy yo, capaz de decir las cosas clara con audacia… y, al mismo tiempo, respetar las reglas del juego y saber perder con una sonrisa.

El juego. A Robert Greene lo he citado alguna vez. Es un autor al que hay que tomar un poco con cuidado, pero hay algo que me gusta de él en varios de sus libros: jugar. El poder, el amor, la vida son un juego con reglas, pero como juego… hay que disfrutarlo con ese aire un poco… No sé, quizás él se pase un poco de romántico con esto, pero él viene a transmitir un poco que nos deberíamos tomar la vida un poco con ese espíritu de damas y caballeros de antaño que veían las victorias y las derrotas en la vida como… bueno… eso, como parte de un gran juego de ajedrez o, más bien, de go, porque a Greene le gusta más el go como metáfora.2

Traviesa implicar jugar. Me siento muy lejos de jugar. Muy seriota. Muy en plan “Tengo que resolver X, Y, Z, que es lo importante”. Y, sin embargo, dentro sueño con no estar así… con soltarme más, con atreverme un poco más… Mientras tanto, los demás me veis… como me gustaría verme yo a mí.

Pero yo no jugaba mucho ni de peque. Me sentía siempre que tenía que dar el 200% para agradar a un padre huraño que se quejaba de todo y a una madre que también intentaba dar el 300% para agradarlo, pero con varias enfermedades a cuestas.

Traviesa implica fantasía. Me cuesta fantasear… al menos para bien. Fantasear escenarios horribles se me da estupendamente. Fantasear lo que quiero, soñar libre, imaginarme yo siendo traviesa, lista, sexy, seductora, calmada y todo lo que he dicho antes… me cuesta. No es imposible, pero se me tienen que alinear los astros mucho para que la fantasía esté. Cuando se me alinean, cuando estoy relajada, es cuando escribo cosas como esta o como esta otra. Y la fantasía nos alimenta, siempre que no nos empachemos con ella… pero yo querría ser fantasía, ser mucho más todo aquello que yo siento que solo surge muy de vez en cuando.

Hace un par de posts dije que me quería tratar mejor. Siento que ser tan… dócil es maltratarme… Todo ese fuego intensísimo que llevo dentro, si no sale, me quema a mí. Tampoco quiero quemar a los demás, claro. ¿Cómo puedo volverme unos fuegos artificiales magníficos o la malabarista que juega con fuego para crear algo increíble? Porque sé que podría ser todo eso, una explosión de colores, una luz mucho más potente, tanto que yo misma me viera…

Quizás debo comenzar por creeros a vosotros. Creer que me lo decís de verdad, que soy mucho más de lo que creo. Decir… “Pues sí, pues ya soy mucho de lo que ansío… ¿hasta dónde puedo llegar, entonces?”

Ayer, en un momento un poco oscuro, dije que, si me muriera, seguro que nadie traería flores a mi tumba. Y no puede ser que me vea tan pequeña, tan irrelevante, tan poca cosa como para decirme semejante barbaridad… porque no es verdad. La verdad es, simplemente, que yo no me estoy trayendo flores a mí misma y que arrincono las que me traéis en vida.

Me tienta preguntarme la maldita pregunta: “¿Por qué soy así?”. La respuesta ya la sé y me aburre… no más autopsias, please.

Necesito potenciar eso que veis en mí. Y gracias por verlo, que así me he dado cuenta de que tengo mi visión sobre mí misma distorsionadísima para mal. Que no hay nada de malo en un poco de orgullo, de ser un poquito “incómoda”, de jugar, de atraer, de llamar la atención, de encarnar cierto claroscuro, de disfrutar un poco de ser fruta prohibida… Nada de eso implica hacer daño a nadie… pero no dejarme a mí, eso sí que me daña.

Vamos, necesito ser la chica traviesa que aquella buena amiga me dijo. Tengo que Quiero regalármelo.


  1. Curiosamente, soy horrible jugando al poker. Donde me manejo más es en el truco. ↩︎

  2. Otro juego en el que soy horrible… y en el ajedrez soy horrible también. Creo que mi problema está en jugar en general… ↩︎