Justo antes de escribir estas líneas, había cerrado mis ojos y me acaricié la piel suave de mis pantorrillas y de mis muslos. Me sonreí un instante. Buscaba la inspiración, en el pozo hondo del corazón. Amada Musa, cielo, ven conmigo, acóstemonos juntas mientras escribo aquello que me susurraste hace unas horas, de paseo por un domingo frío de Pamplona.

Erató amada, tú y yo, Ariadna, somos mediterráneas. De legado helénico. ¿Qué hacemos en tierras como estas? Lo nuestro es ir en paños menores, el queso de cabra y las aceitunas negras, carne de cordero y –si me perdonas el demótico, que no estamos ni para ático, ni jónico, ni mucho menos dórico– la Ρετσίνα te la dejo a ti, que me pone mala. Suspiro… Supongo que es el destino que me toca… menos mal que ni tú ni tus hermanas se separan de mi lado últimamente. Sea, pues… ¿De qué querías que escribiera, corazón?

Tengo el cuello un poco cargado; lleva así meses. Me lo recorro con mis manos y me doy un masaje corto. Me gusta. Se siente bien.

Se siente bien sentirse bien. Me gusta recorrerme con las manos, aunque me gustaría que fueran otras. Ay, creo que me distraigo. Bueno, veamos, de qué iba a escribir… Mientras intento recordar –Erató parece que solo quiere un poco de… cuddling, me temo, y no colabora–, me llevo las manos al glúteo, solo cubierto por mi braguita porque estaba harta del pantalón y, total, estoy a medio recostar debajo de una manta en el sofá de la habitación… ¿Oye, tan firme mi culo? Parece que tanta caminata da sus frutos, ¿no?

Antes me había hecho unas fotos justamente para ilustrar lo que fuera que iba a escribir. Creo que tenía que ver con el canon de belleza o algo así… Un tostón de tema. Esto de tener lectores es un bodrio, te transmiten sus expectativas de qué clase de escritora eres y… entonces, la Musa se vuelve tu community manager: “Para un 20% más de engagement, tu content strategy se tiene que basar en posts que…”. Cállate, por Hera, ven aquí a mi lado y cuéntame qué engagement quieres que te haga yo a ti que me estoy aburriendo y quiero un poco de, ya sabes, mambo… ¡Espera, ese otro mambo, boba! ¡No pongas a Tito Puente a estas horas si estoy precalentando el horno! Uff…

Bueno, en la defensa de Erató, claro, mambo y yo suele normalmente significar Tito Puente y no… bueno, ya sabemos.

¿Y no tenía yo que escribir? Ah sí. Ya, pero qué pereza… Se está tan bien en la habitación… Calentita con la manta y la calefacción, en ropa interior… Me siento especialmente… interesante. Las fotos salieron interesantes… Insinuando encantos… ¡Quién te ha visto y quién te ve, Ariadna! ¿Cómo llegaste a aficionarte a hacer estos retratos sensuales? Ay, la verdad ni me acuerdo…

Querida Musa, a ver, tu trabajo es enfocarme, no distraerme acariciando el borde de mi clavícula, descendiendo por mi brazo y susurrándome… Pero uf… Cuánto tiempo sin… ¡¡Que me dejes un rato, que así no puedo!!

Iba diciendo –me parece, ya no estoy segura– que qué bien sienta verme, tocarme, sentirme bella, sensual, cómoda en mí misma… Es como vivir vestida de novia todos los días… Aun cuando haya días en los que… Bueno, me puedo agobiar, pensar que soy fea, que no merezco el cariño… Aunque, también, claro, estar conmigo es complicado: mucha carga sobre las espaldas llevo, estoy rota… y mi cuerpo… uff… es que no es un cuerpo que esperarías… ¿Gustaré a alguien? ¿O debería retocarme algo? ¿O hacer el infame viaje a cierto país perdido en el sudeste asiático…?

Me acaricio la clavícula yo ahora. Sé que parece raro, pero es de las partes que más adoro de mi cuerpo… y en el que me fijo mucho en otras… Transmite elegancia, porte, como me dijo una amiga un día. Además, hace que mi pecho sea perfecto… Me recorro suavemente el busto ahora, pero lo justo, no faltemos a la elegancia… Erató me observa con sus ojos turquesa, se acerca y me susurra con sus labios en mis oídos que cómo se me ocurre…

Que cómo se me ocurre llamarme a mí misma fea.

No quiero discutir. Tía, fea fea… quizás no…

Erató me comienza a dar un masaje en los hombros, descubiertos, pasando muy esporádicamente por mis omóplatos, a mi espalda… la tengo cargada, cansada… De tanto peso encima y de colchones destrozados. En eso, me gira suavemente la cabeza para que me vea ante el espejo de pie que reposa sobre el ángulo de la esquina, justo frente a mí.

Suspiro… Evidentemente soy guapísima, pero no entiendo por qué, si soy lo más rara que hay. Bueno, no, tengo un aire a un par de actrices de la Edad de Oro de Hollywood… que se estilaban otras caras, otros cuerpos… Aj, cielo, tienes razón… Agacho la cabeza, mientras ella me la masajea rascando suavemente con sus uñas de porcelana… Es como si… Uf, tía… ¿Así cómo voy a escribir…? Es como si me sintiera tan culpable de ser distinta aún que… no sé, se me pasan ideas un poco peligrosas por la cabeza, ¿no crees?

Erató me da un beso en el cuello y me dice: “Créetelo; eres bellísima”. Cómo me conoces, zorra. Suelta una carcajada, tapándose la boca ligeramente con los dedos… Giro mi rostro hacia el suyo y acerco mis labios a su boca… pero se aparta, coqueta. En cambio, me coge de los brazos con sus manos cálidas a las cuales parece que el invierno pamplonés no les ha robado su vida como a las mías… y me mira con ojos de hermana o de amante o de madre o todo junto, que ya estoy perdiendo la cabeza y, uf, empieza a entrarme el diablo por ahí abajo.

Me sonríe. Me dice que me gusta verme así, cuando me dejo florecer. Me acerco a ella y poso mi frente sobre la suya, cerrando los ojos. Siento la chipa en lo más sagrado de mi sexo. Le agradezco que esté hoy conmigo… aunque creo que no he conseguido escribir nada de provecho (vaya Musa más fraudulenta…).

“¿Eso crees?”.

Odio cuando me mira con esos ojos que le dan la razón a ella y no a mí. Me rindo. Dejo el portátil a un lado, cerrándolo para que se suspenda. Ella me coge la mano y, bueno…

Cuando Erató ya se había marchado, volví a ver las fotos que me había hecho antes de escribir. Me sentí… linda. Y eso es un sentimiento que agradezco mucho. Me gustaron especialmente dos, pero para este texto… me encantó la que he puesto… Porque esa mirada, esa mirada de fuego… Esa es la belleza que jamás muere, que jamás envejece, que vence siempre… solo hay que creer en ella y mantenerla ❤️‍🔥