Quiero enamorarme 💜

Quiero enamorarme, primero, de mí misma. Cuando me hago fotos así, me las hago con amor. Son momentos como de luz que me llevan en sus alas, sin darme cuenta, haga frío o calor en la habitación. Esos momentos mágicos, en los que me descubro, me admiro y me veo divina, en los que mi alma me dice cosas lindas… esos momentos quiero que sean eternos.

Quiero que esas lunas de miel se extiendan más allá de momentos en los que me concentro en la belleza y milagro de mi cuerpo. Quiero vivir una luna de miel eterna conmigo misma incluso cuando estoy en la cola del súper o cuando tengo algún problema. Porque apoyamos a quien amamos cuando está bien, cuando está triste, cuando está ocupada y cuando está cansada. Eso mismo quiero conseguir para conmigo.

Quiero enamorarme de mí misma en cuerpo y alma, que siempre van unidos.

Deseo fascinarme con las distintas épocas que componen la vida, parar y disfrutar del camino aunque no lo entienda… y no volver a sentir ansiedad porque ciertos pasos tomen su tiempo. Quiero aprender a cuidar más de mí, de mimarme, de volverme a conocer con mis manos… de aprender qué secretos se esconden en la costura sacra donde se unen los hilos de nuestra alma con los de nuestra piel.

Quiero desatar la fuerza ancestral que reside en mi placer. Ese placer que me asusta, porque no lo sé amar como parte de mí. Que lo busco, pero tímida… Que lo deseo pero busco controlar… y lo mato. No, también ahí me quiero amar: hasta amarme entera, sin control, transformándome en la mar, que solo se deja guiar por el gentil toque de la Madre Luna. Así me quiero amar.

Porque si amamos, perdonamos. Si me enamoro de mí y me amo, me perdono. Me perdono con mis palabras, mis suspiros, mis fotos. Me perdono volviéndome musa de mí misma, para entregarme el amor que no me entregaron ni me supe entregar.

Quizás así, entonces…

Quizás así, entonces, me enamore de ti, de quien seas que estés en mi camino. Ahora no eres ni sombra, ni siquiera escucho un nombre. Eres incógnita. Pero sé que, en algún lugar, ahí estás.

Ahí estás aunque a veces baje la cabeza y llore gimiendo que no existe el amor para mí… ¡Amargas lágrimas que brotan de mis heridas! Me las enjugo buscando ese amor por mí otra vez. Entonces mis ojos se lavan, mi alma huele pura otra vez y vuelvo a suspirar. Y el amor se hace real de nuevo, primero, en mí… y, quién sabe cuándo, dónde y cómo, en ti.

Mientras tanto, me miro en el espejo. Vuelvo a mirarme el pecho, acaricio mi piel desde la clavícula hasta mi cadera… Recorro mis pantorrillas con las manos y mis ingles con el dedo corazón… Me abrazo y presto atención al ritmo acompasado de mi respiración. Prometo otra vez amarme y me perdono por fallar en ello… me perdonaré y me levantaré todas las veces que hagan falta…

Es que ya he llorado demasiado, al mismo tiempo que mi ángel me susurra que soy una reina bellísima. De reina triste a reina que se ama y ama con corazón cálido y manos de pianista… De reina pudorosa a reina que vive el fuego que siempre ha vivido en ella… De reina tímida y desconfiada a reina que inspira confianza y confía con el corazón lleno de seguridad.

Ariadna, reina, el exilio se tiene que acabar.

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