Había comenzado este texto como una especie de explicación sobre el lado oscuro del Eros: la realidad de que en lo erótico no solo existe es parte tierna, que cuida, que también anhela cuidados, caricias, que el encuentro rebose intimidad en una seguridad y confianza… El Eros trae consigo eso, pero también trae deseos ocultos, eso que yo llamo las ganas de devorar y ser devorada, la pérdida de barreras tan simples como puede ser la ropa, el riesgo que traen la desnudez física y la emocional… ese punto animal que no es necesariamente apasionado e incendiario, sino cuya fuerza reside más en que en el Eros hay un juego de seducir y ser seducida, de una iniciadora y una receptora… incluso de una a la que invade corporalmente y otra que es invadida…

Y mi discurso se volvió tremendamente kinky sin quererlo y me descubrí sintiendo cosas que no había sentido desde una época muy lejana (y conflictiva).

Este es un texto difícil por dos motivos. Primero, porque voy a esquivar ciertas partes de mi vida muy violentas que solo he hablado en terapia. Si hay algo que ha frenado mi exploración de mis kinks es haber pasado por violencia, infligida y autoinfligida.

Segundo –y seguramente relacionado con lo de arriba–, yo me siento muy, muy, muy culpable de desear ciertos modos, pero no sé ni cómo he acabado conociendo a personas que viven sus kinks con muchísimo placer y amor. Poner cara, hablar, compartir ayuda mucho, aunque ha sido difícil: a veces me he sentido mareada, mal… inadecuada porque aceptar el reflejo ha sido chocante. ¿Yo también? Uf… ¿en serio? Pero… pero… ¿Y una mujer puede desear(se) así? Miedo también a cómo sería percibida… y a cómo me percibiría yo a mí misma… ¿No estoy yendo demasiado lejos? Adónde vas…

“Lo mío” va por un lado poco confuso, seguramente todavía no tengo nada claro más allá de ciertos límites duros que los tengo muy claros –en ambos roles, además–, pero allá vamos…

Mi lado oscuro y kinky conecta con Selena Silberglanz. Y ese es un nombre que solo conocerá quien me haya conocido de verdad. De hecho, estuve muy cerca de ser Selena en vez de Ariadna, pero preferí dejar que Selena siguiera siendo un pseudónimo que rescatar cuando fuera útil otra vez…

Selena fue muchas cosas, pero era el refugio que tuve durante muchos años en el armario. Era un personaje de relatos que escribía. La famosa Calipso con la que he jugado últimamente es una Selena-Invertida y, de hecho, hay ciertas pistas que he ido dejando que juegan con la idea de que Calipso es, en realidad, la propia Selena que se ha transformado porque yo, ya mujer, no necesito lo que me daba Selena en su día. Selena fue el toque de alarma que llevó en 2010 a dos amigas a llamarme aparte y decirme: “Oye, ¿tú… eh…? Tú eres una tía”. Una de ellas me invitó a escribir un cuento a cuatro manos que fue uno de esos momentos de luz más bonitos que tuve en esa época… y ella en privado siempre me llamaba Selena.

La “Srta. Silberglanz” –como la llamaban todos a su alrededor– pasó por varias fases, pero el núcleo era la idea de una especie de demonesa con cierto toque vampírico, pero sin ser una vampiresa como tal. Había una parte de sátira a la Virgen María y un tono ocultista neopagano clarísimo. Ya el apellido Silberglanz, “Resplandor de Plata” en alemán, jugaba con el simbolismo de la luna –Selena–, la noche, etc. Como en esos días leía a Poe, el cuervo era la mascota de Selena… ¿o era ella misma? De hecho eran Una y Trina: la Selena Adulta, la Niña y el Cuervo… El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo… y las funciones eran las mismas: Principio, Final y Conversión… porque una se conoce la Biblia de memoria.

Las acciones eróticas de Selena eran terribles, pero no crueles. Terribles en el sentido del encanto esotérico: la conexión con un Sublime que subvierte. Es subversión, no violencia ni daño. Es la copa de fluidos compartidos o beber la menstruación de tu amada –no hagáis eso sin una serología antes, por favor–, pero porque yo entiendo un simbolismo ahí que podría estar horas explicando. Es velas, pero no para derramar cera, sino para crear un velo de claroscuros que oculte parcialmente la ferocidad mutua. Es cogerse del pelo y gruñir y soltar. Es invocarnos diosas y adorarnos por turnos, con cierta dominación, pero ahí lo que más me fascina es que no haya ni un solo elemento de restricción excepto la palabra. Normal: la palabra siempre ha sido mi poder… y el poder con el que me han ganado. Creo más en las palabras que en cuerdas o azotes… Selena era pura palabra y sus manos… a veces sus piernas…

Es sutil, es elegante. Es minimalismo. Es crear la conexión a través de lo más prohibido. Déjame ser la tentadora. Te va a doler, pero no en el cuerpo. Es magia. Magia negra. Y tiéntame a mí. Envenéname. Muérdeme. Aquí me tienes. Úsame. Te usaré en cuanto me liberes de ese embrujo que has recitado. Soy tu lienzo, píntame con un pincel empapado en tu saliva o en mi flujo o en el tuyo. Ven. Voy. O vienes tú. Ese orgasmo va a esperar un poquito, cielo, porque todavía no he acabado de pintar el cuadro sobre tu vientre… Te jodes. Te esperas. Mierda, ¿qué quieres de mí? Ay, ya me espero tu dulce y jodida venganza mañana cuando la cautiva sea yo… Es un baile macabro que quiero que compartamos… pero es un baile.

¿Y si le regalamos este momento al mundo un día? Oye, cielo… creo que podemos… Te reirás. Y sí, me acaba de entrar a mí la risa tonta también. Ven. Se acabó, te quiero acariciar y perderme en el brillo de tus ojos y agradecerte tu locura.

(Uf, me siento liberada)

Es el ritual, es el esoterismo, es lo primal. Es casi conceptual. Es un pelín escatológico, sí. Es escénico. Es drama y comedia. Y es que Selena siempre acababa cuidando. Nunca la cuidaban a ella porque, bueno, era una época de mi vida que era la que era. Hoy, se dejaría cuidar. No, perdón: exigiría el cuidado mutuo… Es que ya no es Selena; ahora es Ariadna.

(Auch, no puedo seguir… necesito un café…)


(De hecho, he necesitado mucho más que un café… Ha pasado una noche entera…)

Hace un tiempo vengo escribiendo más explícito. Los últimos posts no ocultan mucho. De hecho, hay días que me pregunto si hago bien exponiendo tanto. Me siento demasiado, a veces, y hasta me pregunto si mis deseos, mis anhelos, mis fantasías, todo eso que he escrito arriba… “está bien”.

Obvio que tengo miedo. A mí me hace gracia, porque a veces una se encuentra con discursos que, bueno, me parecen muy obvios, ¿no? Me pasa mucho con las no-monogamias, por ejemplo: me sorprende que haya que explicar que exigen un esfuerzo y unas habilidades de comunicación y un trabajo muy serio. Yo de hecho me tengo que recordar lo contrario: que hay una parte divertida y sexy en ello. Yo asumo la dificultad tanto en eso, como en el aceptar los propios kinks; también asumo que hay un trabajo enorme en torno a que las prácticas sean seguras, que nadie salga hecha mierda, que sea algo con su belleza, terrible, pero belleza… y nos cuidemos ante todo.

Sí, asumir que todo es difícil me pasó con la transexualidad –asumí que mi vida iba a ser un infierno–, me sigue pasando aún con ser lesbiana –todavía tengo mucho miedo de ligar en un espacio sáfico–. Quizás mi defecto sea sobredimensionar la dificultad. Puede ser, porque no se ha cumplido ninguno de los escenarios catastróficos que me imaginaba…

Sin embargo, hablar de todo esto no me va a llevar ahora a lanzarme a no sé dónde. No. Yo tengo un poco la sensación de que a mí me conviene conocer a alguien con quien, entre otras mil cosas, podamos explorar juntas esto y sentirnos seguras y sexys y que sea algo bonito en un contexto de intimidad. Además, a mí también me gustan –y necesito– lo tierno, lo suave, la luz. Que mi oscuridad a veces sea muy fuerte es porque mi luz también lo es. No es excluyente, sino que, por el contrario, creo que van de la mano. Siempre seré también la sensible, la amable, la tierna que se deshace como un flan cuando vive amor.

Luego siempre hay tiempo para transgredir mucho más. Sí, hay una vocecilla que me dice que decir esto es poner excusas para dilatar y retrasar… y también puede ser. Solo se conocen las cosas de verdad cuando las vivimos, pero estoy entre no querer forzar y el no querer empantanarme. Tendré que confiar en los ritmos que me marque mi propio corazón.

Lo importante es que creo que cualquier exploración de la propia erótica –la que sea– necesita una base de comodidad. El miedo y los nervios siempre están cuando hacemos algo nuevo o cuando entramos en contacto con partes de nosotras que estaban dormidas o las hemos reprimido… Qué os voy a contar… Pero hay miedos y miedos. Hay incomodidades e incomodidades. Y hay días y días. Estos últimos días ando dándole vueltas a cómo ponerme “en el mercado” y me da vértigo. Me da vértigo ser demasiado: ser rechazada porque soy una tía rarísima por donde me mires… sentirme muy incómoda con mis propios vendavales de emociones, porque yo he vivido muchos, muchos, muchos años contra ellas… y todavía hay días en los que simplemente sentir y aceptar lo que siento o quiero es un mundo.

En Dama y Zorra transmitía la idea de que quiero dejarme llevar por esa parte más… zorra… Sí, pero es un proceso. Soltarme de repente hoy y lanzarme a una orgía no va a pasar. A veces me mata el FOMO, pero me recuerdo mucho dónde estaba yo hace un año, o hace dos o hace tres o cuatro… hace diez… Sexualmente he tenido una vida dificilísima: escribir y dejarme sentir ya es una revolución. Parece poca cosa, pero es que no lo es. Aceptar que tengo una erótica que se acerca a una oscuridad que por momentos puede recordar a cosas jodidas que he vivido no es fácil… y sí, puede ser –yo creo que es– una parte del cierre de heridas y una forma de sublimación que puede ser valiosísima, a través de un arte erótico que pone en su lugar esa parte oscura pero le da una forma con unas reglas –que, además, son propias de cada diada–… y que no deja de ser un arte aunque el público seamos nosotras dos en la intimidad del cuarto…

Por eso me lo tomo con seriedad. Sí, quizás con demasiada seriedad y me da miedo que esté emperrada en estudiar el mapa en vez de recorrerlo, pero de momento me doy el permiso para estudiarlo y quedarme quieta. No, en este momento no me atrevo a lanzarme a una piscina sáfico-kinky-poliamorosa siendo encima una mujer con una anatomía y una historia diversa divertida con muchas inseguridades que están ahí con la misma fuerza a veces que las ganas de sentirme locamente libre y ser la Zorra Total que sé que llevo dentro.

De momento, prefiero esperar. Creo que, como he dicho arriba, es el ritmo que me marca el corazón.


Escribir me libera. Este texto es posiblemente de los más difíciles y duros que he escrito nunca. En este momento necesitaría un abrazo. Sigo temblando Necesitaba sacarlo, aunque en este preciso instante, ya revisando el último borrador, sigo tentada de borrarlo todo. Necesitaba hacer las paces con la olvidada Selena y todo el universo que representa ella.

Y una última cosa… Cualquiera que sea tu forma de desear, si se basa en cuidar con cariño, está bien: Eros muerde un poquito pero cuida mucho. No te culpes por ello.