Vaya días. Acabé colapsando a media semana, con crisis de ansiedad de las feas y acabé pidiendo un adelanto de las vacaciones que tenía a mediados de marzo porque estaba mal. Que yo me “rinda” es rarísimo: yo intento aguantar hasta el final… y ese es el problema, justamente.

El porqué de la crisis da un poco igual aquí. Solo diré que fue un poco fuego amigo totalmente accidental. Alguien cercano escribió algo que estaba destinado a otro público, cayó en mis manos por el algoritmo de Instagram y un par de cosas en ese texto me activaron traumas muy malos, muchos recuerdos bloqueados y… pal pozo.

He contado alguna vez parte de un pasado muy negro en mi infancia y mi adolescencia. Pero solo parte. Y tampoco voy a completarlo aquí, porque… porque no. Hay cosas que creo que no contaré nunca, al menos no en este blog, que no deja de ser una web accesible por literalmente cualquier persona en el mundo.1

A mí una psicóloga clínica me diagnosticó con estas palabras: víctima de abusos sexuales, psicológicos y físicos.

Sexuales porque, aunque no recuerdo que me tocara nadie –la psicóloga me avisó de que le parece raro que no me acuerde de nada2–, a mí se me hizo un acoso y derribo permanente solo porque no encajaba como chico en el paradigma Opus y más si andaba diciendo que me llamaran Jessica. No me tocarían pero me coartaban el sano desarrollo de mi sexualidad y de la parte de la identidad que nace de ella.

Psicológicos porque, bueno, sufrí muchísimo acoso escolar, a veces motivado por los profesores que eran del Opus. Era parte de la estrategia para lo de arriba. Gritos de maricón de mierda, citas en la oficina de algunos de los jerarcas en las que acababa llorando y gritando “Es que no sé quién soy”… En fin…

Y físicos porque hubo castigo físico… incluyendo los ayunos obligados en los retiros espirituales a los que nos mandaron “para preparar la Confirmación”. Cielo, yo me he estudiado el Código de Derecho Canónico y para la Confirmación no hace falta eso. Eso era una excusa para romper a más de uno y a ver si “pitaba”,3 incluida yo, claro.

Mi reacción al diagnóstico de esa psicóloga fue… literalmente… abandonar la terapia con ella unas semanas más tarde con una excusa. Yo no voy a ir de víctima. Que, supongo, que en parte es una intención sana de no querer caer en el victimismo o de no querer ser menos o qué sé yo…

Ya, pero es que yo he sido víctima. Si digo que lo soy, no “voy de”… Lo soy. Sin embargo, si lo reprimes… entonces pasa que, un día, algo inesperado te hace saltar por los aires.

Estoy mejor, pero me noto con los cimientos frágiles todavía. Estoy intentando cuidarme, porque sé que, por mucho que ahora esté de buen humor y haya dormido bien… basta con una emoción fuerte como para que me caiga otra vez.

Pero estoy mejor porque he decidido aceptar. No hay más. Si acepto esto, entonces, podré encontrarme más, iré aprendiendo a sortear cosas que me cuestan –como, por ejemplo, pedir ayuda– y, bueno, también a protegerme. Y creo que volveré con esa terapeuta de la que escapé corriendo.

La foto de este post la hice por la noche –bien entrada, además– el jueves de colapso total. Quería, necesitaba, sacarme una foto que se me viera lo más entero el cuerpo posible. Un cuerpo extraño, imperfecto, pero bonito… aunque la foto no me guste mucho, aunque haya detalles que me ponen un poco mala… Pero me pareció que era lo justo, porque la primera que tiene que dejar de abusarme soy yo misma.

Como he dicho muchas veces, cambiar cosas es legítimo y no sé, quizás debería plantearme ciertas cosas –lo digo por decir, ni idea–, pero continuar la tarea de abuso que comenzaron otros, pues no.

Ayer me sentí así como en la foto de abajo. No fue un día fácil, tampoco, pero acabé con mejor humor solo por cuidarme…

Yuhu!

La batalla es esa. Aceptarlo todo, todo lo que pasó. No culparme –no la tuve, pero es muy fácil echársela a una misma– y quererme, seguir acostumbrándome a lo bueno y a lo bonito y… creer firmemente que estoy desde hace rato en el camino bueno de sanar 💜❤️‍🩹


  1. ¿Supongo que excepto China? ↩︎

  2. ¿Pero el pediatria ese que tenía –supernumerario del Opus, o sea, de los que tienen un batallón de hijos que son carne de cañón luego…– por qué insistía en tocarme los genitales cuando sabía que me ponía súper rabiosa hasta el punto de pegarle patadas? ¿Eso qué es? La pregunta es muy seria, porque tampoco quiero acusar a nadie de nada. Lo que sí sé es que, ahora, cuando me han tenido que explorar los médicos que me llevan la transición yo he tenido escalofríos complicados y… vamos, en la láser cuando me hacen lo de abajo también los siento… y, no sé, no sé si tiene algo que ver. ↩︎

  3. Como buena secta, el Opus tiene una jerga propia. Pitar es que alguien comunique que quiere ser parte del Opus, especialmente como numerario, que son los célibes que viven en centros de la organización, dejan todos sus bienes a la causa, etc. ↩︎