Me acabo de levantar hace una hora y pico. Estoy en medio de mi jornada laboral, de hecho, en casa… así que esto será corto. Aunque ya haya despejado varias cosas pendientes, debería acabar la edición del próximo episodio del Podcast Yonki Books. Sin embargo, me he levantado extraña, ansiosa… sé el porqué, pero aquí da igual. En general, se trata de que me he prometido hacer un par de cosas para mí ahora a finales de mes y principios de marzo.

Mi alma se comienza a revolver. Lo de siempre. Lo que he contado hasta el cansancio en este blog… Todo empieza como una semillita perversa que nace en mi pecho: un sentimiento de culpa por querer hacer lo que me gusta. Resistirla no sirve; solo la hace crecer. Dejarla crecer o, incluso, alimentarla no sirve… bueno, obvio, la hace crecer…

Lo que sirve es ignorarla centrándome en lo bueno, en que me gustaría hacer esto, tal y tal otra cosa y que, por mucho que esa semillita quiera crecer en árbol terrorífico, pues no, que yo voy a plantar otra semillita distinta a la que voy a regar, poner abono, asegurarme que le dé el sol y hacer todo lo que le haga falta para que crezca sana y bonita.

Se trata de hacer el amor para conmigo misma. No, no hablo de autoerotismo, aunque también es parte de la receta a veces. Hablo de querer cambiar la forma de verme, de ver mis deseos, de abrirme a que, en serio, pasa de todo y bueno cuando una deja de dibujar el mapa de su propio mundo con la tinta negra del miedo, cogida del tintero del dolor.

Ayer a mi compañera de piso le conté algo que apenas he mencionado aquí, pero que a ella ni eso. Le conté cómo pasé por psiquiatría “por ya sabemos qué” (aunque el pretexto fuera una depresión). Me salió del alma decir “¿Por dónde carajos he pasado yo?”.

El dolor está. Negarlo no es bueno. Es parte de mí y creo que lo será siempre, pero creo que debe pasar a un segundo plano, que debe descansar y dar más paso a emociones nuevas. Tuvo su función, se agradecen los servicios prestados y, de vez en cuando aparecerá, pero sin alimentar la semilla del miedo.

Hacerme el amor no es negar todo eso o lo malo que pueda llegar a pasarme en el futuro. Creo que hacerme el amor debe ser crear un jardín, un hogar en mi corazón y derrumbar la fría pero efectiva fortaleza que me he construido. Los tiempos han cambiado. La guerra se acabó, las tropas están en sus casas ya… Ve a un palacio, reina, no pierdas el tiempo entre murallas de piedra vacías. Sí, el amor, el buscar el estar más que bien, salir de la simple supervivencia… eso es vivir en un palacio bellísimo, de esos de la Selva Negra, elegante, alegre, donde los ecos de las risas de los invitados llenan el aire de los salones y las salas.

Necesitaba escribir esto para cambiar el vestido de mi alma ya mismo. Me siento mejor. Siento que he hecho bien. Siento que mi pecho, cada vez más hermoso y dulce, se ha calmado. No sé quién lea esto, pero no me importa: me importa haberme escrito, me importa haberme sacado esa foto de arriba porque sí y me importa la sonrisa que acabo de esbozar en mis labios.

☺️