El libro es: Easton, D. & Hardy, J. W. (2017). The Ethical Slut: A Practical Guide to Polyamory, Open Relationships & Other Adventures. (3a ed.). New York City, NY: Ten Speed Press.

Todo comienza con una frase de mi terapeuta anterior, una frase bastante de pasada… algo así como: “La gente tiene distintos tipos de acuerdos”. Cuando decía acuerdos lo decía en el sentido de monogamia vs. no-monogamia.1 Se me quedó el término grabado y el corazón incómodo… Era la primera vez que el poliamor se cruzaba en mi vida de forma tangible.

Porque claro, que hay personas que no siguen el patrón monógamo, eso ya lo sabemos. Lo que pasa es que –y entendedme bien aquí– si una viene de un contexto totalmente negativo respecto del sexo en general y una acumula traumas complicados –que he explicado hasta el hartazgo–, hay una parte de mí que siempre entendió “estar con más de una persona” como una infidelidad más grave o menos grave, incluso si se trataba de simples rollos. Si alguien de mi entorno tenía dos rolletes en paralelo –y eso es un comportamiento no-monógamo–, yo racionalmente podía entender que “bueno, no hay un compromiso ni con la una ni con la otra persona”, pero visceralmente me ponía enferma como una puritana victoriana; solo me faltaba la taza de té de porcelana…

“¿Y por qué andabas juzgando a los demás?”. Ah, porque yo era una infeliz complicada. No hay más. Soy sincera.

La posibilidad teórica estaba, pero yo no me había cruzado con la realidad hasta que… vale, voy a ser muy delicada aquí… hasta que sucedió algo que tuve que llevar a terapia y de ahí la frase de mi anterior terapeuta. Claro, yo había leído ya algunas cosas de sexología orientada a mujeres sáficas2 y ya me había cruzado en esas lecturas tanto con la palabra poliamor como con ciertas nociones básicas… Pero cuando un concepto o palabra dejan de ser simplemente eso porque la vida te pone delante la realidad, la cosa cambia.

Por esos días yo escribí Reglas. Lo he vuelto a leer por encima y me reconozco en el texto, pero también leo en él un ángulo que, luego, veréis que lo he complementado. En Reglas yo me aferraba a una reivindicación más lésbica de “crear un orden sexual y relacional propio”, que es algo que sucedió a principios del siglo XX con referentes como Natalie Clifford y su infame casa de orgías en París y la complejísima red de amantes, intelectuales, mecenazgo que se formó en torno a ella… ¿La verdad? Yo querría ser ella; no lo oculto: Decadente mujer de cultura protectora de las artes y de las ciencias, practicante de los vicios de Safo y horma en el zapato de la alta sociedad, que no tiene más remedio que tratar con ella porque la necesita. Un sueño.

En Reglas yo reducía la no-monogamia a un acto reivindicativo queer. No es incorrecto, pero es mucho más.

The Ethical Slut de las terapeutas Dossie Easton y Janet Hardy es una invitación a vernos de otra manera, para todos los seres humanos. Sí, el libro se considera La Biblia del Poliamor, pero para mí es mucho más una Biblia de la Sexualidad Afirmativa. El título no dice “poliamor”, sino guarra/o ética/o. Es una defensa de una vida no solo “positiva” respecto del sexo y la sexualidad, sino casi activista: el Eros es una forma de compartirnos, de formar comunidad, de desarrollarnos y su moralidad se debe medir respecto de cuánto nos hace crecer, sentirnos bien, acompañarnos, etc.

La monogamia tradicional no se demoniza. Es más, tiene una sección dedicada a ella súper bonita. Para las autoras es otra forma de ser guarros éticos, pero sí que piden que sea una elección consciente y no una inercia por estándares sociales… Puede ser una elección en un determinado momento –como también la soltería o abstenerse, que defienden también si es una elección consciente– para un determinado momento… o porque realmente nos gusta así.

Obviamente el peso se lo lleva la no-monogamia porque es lo que la sociedad todavía mira con cierto desdén… Sí, bueno, unos rolletes bien, pero oye, ¿cuándo vas a sentar cabeza? (léase: cuándo vas a tener pareja estable, entendida monógamamente). Por supuesto la obra también busca combatir el sexismo contra nosotras cuando decidimos ser sexualmente activas y visibles en esa sexualidad activa… Por eso usan slut y otras palabras de uso coloquial a lo largo de todo el libro: es una decisión deliberada de activar prejuicios para luego desmontarlos.

Y ay, cómo lo hace. A mí el libro me ha hecho “daño”: me dio varios golpes de KO. Debería volver a leerlo, espero que ahora menos susceptible de que me choque tanto.

Como decía antes, no era la primera vez que leía sobre no-monogamia o poliamor. Sí que era la primera vez desde otro lugar personal y, además, la primera vez que unas autoras me lanzaban el tema sin disfraz ninguno… a mí, una lectora asustada y asustadiza, que cierra los ojos con pánico intentando meter el dedo en el vasto océano que es nuestra sexualidad, la humana.

Que alguien, directamente, me diga a mí, lesbiana paralizada, esto (p. 35):3

In the world of women who relate sexually to other women, it rapidily becomes apparent that if we all see ourselves as Sleeping Beauties waiting for Princess Charming to come along, we might indeed have to wait a hundred years.

…pues no me deja en buen lugar. ¿Yo qué es lo que hago para buscar un encuentro? Suspirar desconsolada, pero ¿escribirle a alguna con quien haya algo de chispa? ¡Nop! Más bien lo contrario. Y sí, es sexismo, es esa cosa estúpida de que una buena mujer espera que, encima, si somos sáficas y nos cruzamos dos con esa actitud, problemón.

O esta cita de la p. 62, que ya la he usado en otro post:

So while you’re worrying that your sexual desire could cost you your best friend, the more experienced slut could be wondering why you are the only friend they’ve never fucked.

O en p. 85:

We have all been afraid to ask, we have all failed to ask, we have all been irked with our lovers when they didn’t read our minds and offer us the reassurance we crave, and we have all thought, “I shouldn’t have to ask”.

Y la de la p. 104:

If you think someone is ridiculous for finding you attractive, we worry about your self-esteem.

Janet, Dossie… ¡¡parad, que me estáis retratando!! Citas mazazo hay miles, al menos mazazo para mí. Lo “bueno” es que me sentí menos sola: “Hay más gente que ha pasado sentimientos de desorientación, privación, desconexión como los míos”. Por otro lado… es que frustra verse a una reflejada y verse estar complicando algo que, en realidad, es mucho más instintivo.

A ver, ojo, que una red de relaciones poliamorosas puede ser complicada y ellas lo advierten… en el sentido de los acuerdos, mantener la calma ante celos –que vendrán sí o sí, pero hay que gestionar–, la comunicación, etc. No esconden la realidad de que unas relaciones “poli” satisfactorias necesitan una claridad absoluta que requiere una valentía y honestidad muy madura y también respetar a rajatabla límites ajenos. No esconden que esto es más fácil decirlo o imaginarlo en teoría que practicarlo.

Sin embargo, el deseo es sencillo. Te gusta o no alguien. Le gustas o no a alguien. El grado de curiosidad será diferente siempre y todo es expresarse y vivir la intimidad como un placer compartido. Sin más. Ya, sin más… si no tienes en el fondo del corazón la negra espesura de un miedo que te arrebata el placer diciéndote que no lo mereces, que estás robándole algo a la otra persona, que eres egoísta por decirle que te gusta… un largo etcétera…

A mí el libro me ha hecho sentir que la egoísta soy yo cuando no expreso qué siento por alguien. Estoy cerrando una puerta a que alguien pueda conocerme si quiere. Estoy decidiendo por ella de antemano. O si alguien me lo dice a mí… es verdad lo que las autoras dicen de agradecer y honrar los sentimientos de esa persona, independientemente de que aceptemos o no… Si alguien cree que somos un espacio seguro para decir algo tan íntimo como “me gustas”, mi respuesta evasiva es destruir ese espacio… Lo mejor es agradecer primero y responder después con una conversación que valore ese gesto.

Cuando digo me gustas en el párrafo anterior no me refiero a la expresión literal, sino a cualquier acercamiento erótico… a demostrar que… oye… eh… Vamos, ese momento vulnerable.

No me gusta que me hablen así en un libro porque mi corazón se rebela ante la posibilidad de que el Eros pueda ser bonito. Repito: una parte de mí se espera un castigo brutal por dejarme llevar… porque es algo que aprendí. También se puede desaprender, claro…

Mi terapeuta el otro día usó un verbo que me repugnó, pero porque lo entendí a través del trauma… y que conecta con el libro. La terapeuta es nueva y no voy a explicar aquí por qué; no, no hubo ningún problema con la anterior. Como quería conocerme más me preguntó si tenía algún “ligue”, le dije que no, que es la pura verdad. ¿Alguien que me llamara la atención, porque así podía mandarme un poco de tarea? Me reboté diciendo que no quería utilizar a nadie. Se quedó muy extrañada con mi respuesta y yo más. Lo que no me esperaba es que le diera la vuelta a la tortilla aceptando un verbo que me daba arcadas: “En el encuentro sexual las personas se utilizan para realizar su potencial sexual; eso no es malo” si es consentido, claro.

De lo que estaba hablando de ella es de lo mismo que habla The Ethical Slut o de lo que habla cualquier sexólogo: los vínculos sexuales son un modo para crecer, porque los seres humanos crecemos en experiencia y sentimiento de comunidad mediante vínculos –de todo tipo–. Quizás la elección de palabras de ella utilizar y potencial sexual me chocasen, quizás fue una elección desafortunada –o quizás quiso deconstruir mi propio uso de utilizar– y quiero hablar de mi reacción en la próxima consulta, pero mi terapeuta no estaba diciendo nada estrambótico si tomamos el contexto. Los seres humanos nos utilizamos como apoyos…

Si es consentido…

Y ahí es donde descubro un punto negrísimo de mí, que me pone en una posición malísima de la que necesito salir. The Ethical Slut también es una defensa de lo que en algunos círculos de reducción de daños en uso de sustancias se llama gestión de los placeres. Procedo a descubriros América: el sexo es placentero.

Ya, no para mí. Para mí es un escenario de violencia. No es la primera vez que hablo de esto y, como en otras ocasiones, diré: trauma. Soy consciente y eso me pone en el primer escalón de una recuperación larga de ver la sexualidad como algo bonito y placentero.

(¿Sabéis la de veces que he hecho votos de castidad o he pensado que soy asexual? La verdad es que no soy asexual porque sí que siento atracción…)

Si es placentero, la gente lo hace. Existen las ganas. Es bonito. La gente lo disfruta. Y detrás de ese placer está el acuerdo, la complicidad, el querer estar… The Ethical Slut repite esto mucho más que cualquier postulado sobre el poliamor porque su audiencia es la sociedad estadounidense, que es un país literalmente fundado por puritanos que fueron considerados demasiado extremos por los puritanos ingleses y escoceses. Yo no soy estadounidense, pero ya sabéis que provengo de la versión hispánica y católica del puritanismo.

Las autoras insisten mucho en que busquemos el placer en la vida mucho más allá de lo sexual e insisten en que un o una slut no lo es por su cantidad de conquistas sexuales o porque sea un “guarro” o “guarra”, sino por ir por la vida compartiendo placer…

Un paréntesis muy relevante:

Este post mío ha tenido una historia interna extraña. Normalmente escribo en uno o dos días, pero este, en cambio, me ha llevado más de una semana. Por tanto, me han pasado cosas desde que lo he comenzado. Y una de esas cosas fue ser testigo de cómo una amiga mía y un carnicero al que va mucho ella hicieron un mini-juego de seducción mutua muy inocente que acabó en que él nos montara un mini-vermut en la propia carnicería “sin venir a cuento”. Yo me puse muy nerviosa y descolocada en el momento porque no entendía cómo había sucedido esto. De acuerdo, ambos son amigos de hace muchos años, pero me sorprendió que entre dos se creara un espacio de placer porque sí. Y lo era. No era sexual, pero era ese “querer crear” el espacio que es lo mismo que cuando queremos intimidad con alguien. Distinto objeto, pero mismo mecanismo humano: compartir para elevar nuestro estado de placer. Yo me sentí una extraterrestre mientras me comía la paleta ibérica… agradecí, pero fue como visitar Marte… y luego me sentí mal porque me di cuenta de que la que se pierde muchos placeres de la vida escondiéndose soy yo.

Volviendo al sexo. Recordad una cosa básica del Opus, que es de donde vengo yo: el sexo es para procrear… si hay placer, no está mal pero también cuidado cómo, no sea cosa que sea impuro. Cualquier acto sexual que no permita la procreación es pecado y por eso condena los anticonceptivos de cualquier tipo y la homosexualidad y el sexo anal y el oral –incluso si luego tienes sexo penetrativo– y la masturbación propia o compartida… Permiten el sexo penetrativo en los días infértiles del ciclo, pero ya sabemos que eso es el peor método anticonceptivo del mundo… El placer, especialmente el placer de nosotras, ¿qué importa? Lo que importa es solo la función. El amor y el placer se separan del sexo porque el sexo en sí es “sucio”. Sí, ojo, entre ellos se quieren pero son relaciones que cifran su cariño en hacer cosas y no en ser. Podría explicar esto con mucho más detalle, pero no es el momento…

Entonces si es sucio, es violento porque para superar ese “sucio” hay que pedir unos requisitos externos como imperativo. En el caso Opus: matrimonio y arriesgar a que cualquier encuentro sexual pueda acabar en un embarazo. En mi caso: decirme que tengo que estar “preparada” sin tener ni puta idea de qué es lo que creo que debería preparar, porque, en realidad, es una forma de hacerme inalcanzable yo a mí misma. Y entonces esta pequeña queer se queda con la idea de que ella es lo peor de lo peor, que su sexualidad es sucia por partida doble o triple o cuádruple, que ella no vale como mujer porque no tiene útero –es algo que me he dicho alguna vez– y, al final, te tiras al monte enloquecida sintiendo y pensando cosas muy raras, sufriendo porque no puedes evitar que te guste alguien si te gusta, no quieres molestar, no quieres ser una degenerada… el cóctel es una bomba nuclear.

Y ahí vienen las autoras Easton y Hardy a rescatarme.

Vuelvo a descubrir América otra vez –ya veis que Colón solo era un aficionado–: que yo tenga encima un trauma no quiere decir que la persona de enfrente lo tenga. Donde yo me imagino que proponer es casi una ofensa, The Ethical Slut invita a proponer y ver qué respuesta hay y punto. Obvio que el sentido común regula a quién vas a hacerle una “propuesta indecente”, porque el contexto lo es todo, pero solo porque yo he reaccionado de mala manera porque me he sentido muy incómoda –y he huido en vez de ser vulnerable y decir… me pasa esto– no quiere decir que esa vaya a ser la reacción de otra persona.

En realidad, nada es tan violento como me hace ver el miedo. En realidad nada de esto es tan terrible. En realidad esto va de sentirnos queridas y compartir.

Ya veis el ejercicio psicológico que tengo que hacer, ¿no? Y ya veis, este libro para mí es un choque directo a lo más hondo de mi herida. Me propone ver el mundo exactamente al revés de cómo lo veo: como un lugar seguro para crear placer, compartirlo, hablar, explorarse y explorarnos, querernos y respetarnos. Este libro no va de poliamor necesariamente, sino va de ver la vida abriendo los brazos con confianza.

Hablando de poliamor: yo realmente no sé si estoy ahí. Tengo ganas de experimentar y una puede tener fases, pero reconozco que muchas de las experiencias y formas de relación de las que hablan ellas a mí ahora se me hacen muy lejanas y difíciles de gestionar. Está guay saber que existen, para tomarlas como opciones junto a la monogamia. ¿Dónde queda el “crear mis reglas”, si al final dejo la puerta abierta a no romperlas? Pues en la misma puerta abierta. Aunque lea sobre estos temas porque me interesan y me gustan –y estoy con otro libro que no sé si comentaré aquí porque es más técnico en teoría del apego–, yo no voy ahora a andar diciendo soy poliamorosa. No, ni idea de adónde me lleva esto… bueno sí, me invita a ver el mundo de una manera más amable.

Yo lo pasé mal en una primera lectura. Tengo ganas de volver a leerlo pronto, porque sé que una segunda lectura va a ser menos turbulenta. Yo lo recomiendo muchísimo, sin importar si os interesa la no-monogamia. Creo que es una obra que puede ayudar mucho a ver las cosas desde un lugar mucho más sano, más alegre y más… ¿juguetón?


  1. Cuando me refiera a no-monogamia siempre será a formas consensuadas, no a que te pongan o que tú pongas los cuernos. ↩︎

  2. Mujeres sáficas engloba a mujeres lesbianas y bisexuales. Safo misma muy probablemente fuera bi. ↩︎

  3. Cito siempre de la 3a edición en formato Kindle. ↩︎