Me desnudo delante del espejo. Decido recorrer mi piel suave con mis dedos, presionando levemente para sentir esa punzadita eléctrica que activa los sentidos. Me abrazo, me siento a mí misma y no dudo en llamar con cariño cada parte de mí.

Entonces, mi cuerpo le dijo a mi alma que recordara, que recordara para comenzar a escribir…

Hace un tiempo escuché a una sexóloga decir en un vídeo de divulgación algo así como que “follar con mujeres con pene es una delicia y una experiencia de la que se aprende muchísimo”. Yo en ese momento no había pasado aún por la situación importante que desencadenó que yo acabara renunciando a la operación y a escribir Significar el cuerpo. De acuerdo, no había pasado por el punto de inflexión aún –que algún día contaré qué fue–, pero esto fue un par de semanas antes y, obviamente, sembró el terreno para ese crack posterior.

Yo le agradecí sus palabras en un mensaje. Ella no me conoce. Yo no la conozco a ella. Esto fue uno de esos intercambios online que se dan a veces en ciertos entornos, sin más. Recuerdo que le agradecí de forma muy sucinta, pero yo en casa estaba temblando en una mezcla de shock, incomprensión, agradecimiento, ilusión… era esa sensación como de que alguien por fin había dicho algo que me abría la ventana no simplemente a una tolerancia, sino a oye, tú eres deseable.

Una semana o, quizás, unos días más tarde crucé aquel umbral respecto de mis genitales y se abrió un horizonte mucho más pacífico… con otros retos, porque los retos no se acaban nunca… lo que aprendemos es a navegarlos cada vez mejor y más honestamente.

Sentir que eres in-deseable es horrible: es una sensación de ser menos humana que el resto. Ves que el resto se desea y es deseado y tú te ves acurrucada en la cama de tu habitación, sola, muy fría, recordándote todos los defectos que crees que te hacen menos… Te comparas, te comparas hasta con amigas, te juzgas usando como Código Penal una normalidad que sientes que debes seguir… Ya sea por tus genitales, por tu peso corporal, por el tamaño de tus tetas, porque si tienes mucho vello corporal… o también por aparentes defectos que no tienen que ver con el cuerpo –y de esto se habla muy poco–: que si tienes poca experiencia sexual compartida, que si tienes miedo, que si deberías tener trabajo,1 que si deberías resolver primero no sé qué situación vital… Al final nos juzgamos en todo, en cuerpo y alma… y suelen ir ambas de la mano, además… Y al final, de tanto verte fatal la conclusión es:

–¿Quién va a querer estar con alguien como yo?

Y el corazón se cae por los suelos.

Amiga, amigo… coge mi mano, porque yo también he estado ahí. Ojo, a veces me sigue pasando. Me ha pasado estos días por una cosita en mi vida personal; es por eso mismo que escribo esto. Lo que pasa es que aunque los sentimientos estén ahí, he aprendido a mirarlos con cariño, distancia y entendiendo que… oye, no siempre estamos del todo bien, tenemos nuestros miedos… y… no pasa nada.

No pasa nada porque sentirnos deseables es algo que tiene que ver con cómo nos vemos a nosotros mismos, aunque cierta información externa como la que contaba de aquella sexóloga en los primeros párrafos sirviera para que yo abriera los ojos –lentamente, ya he dicho– a esa mirada positiva hacia mi corporalidad y, en concreto, genitalidad. Si alguien lanza como testimonio que Oye, que tú justamente por esto mismo tienes mucho que compartir, pues… bueno, puedes aprovecharlo o no, pero ayuda. También digo que, a la inversa, en momentos de todavía mucha oscuridad, yo ignoraba sistemáticamente que otras amigas mías con la misma situación no tenían absolutamente ningún problema… porque, claro, si yo estoy mal, la excusa es: “Eso es que el problema soy yo”.

Entonces, al final, el proceso tiene su curso personal. La información te puede llegar pero quizás necesita acumularse para que, de repente, puedas salir de ese agujero de auto-maltrato… porque sentirse una indeseable es una forma de maltratarte a ti misma. Te estás cerrando todas las puertas al placer, a la conexión, al Eros, al sexo… por default. Sin embargo… oye, paciencia con una misma… pero siempre teniendo el objetivo claro.

Y hablando del objetivo: es sentirse deseable, no deseada.

Recojo aquí una ayudita que me ha echado el sexólogo Bruno Martínez, primero tanto con este artículo en el que ha colaborado en El Diario y, luego con recordarme en una mini-conversación en privado que muchas veces se confunde deseable y deseado. Digo “ayudita” porque la historia textual de este post ha sido un infierno y a veces viene bien que alguien de fuera te dé unas guías para ordenarte. Ser lingüista no me ayuda aquí porque para mí es obvia la diferencia entre deseable y deseado,2 pero es verdad que en la práctica yo misma reconozco que me he hecho la trampa de confundir ambas para, nuevamente, joderme la existencia yo sola.

Que seas deseada o no no depende de ti. Vamos a invertir el punto de vista, de la pasiva a la activa. Si a mí me gusta alguien, ¿qué ha hecho esa bellísima señorita para cautivarme? Ella ha hecho su vida y es quien es, delante de todo el mundo. Yo me he fijado en ella, quizás otra persona también, mientras que otras muchísimas personas seguramente no… Y entre aquellas personas que nos podamos fijar en ella, no serán las mismas características las que nos llamen la atención. Por tanto, ella no tiene control sobre el deseo y la forma del deseo que yo pueda sentir por ella… ni sobre la que sientan otros por ella… Pues bien, lo mismo si yo soy la deseada: cero control.

De hecho aquí me ayuda ser lesbiana. Yo no puedo controlar que le guste a un hombre. Si le gusto a un hombre, es cosa de él y yo no debería cambiar nada en mí para evitarlo, porque eso sería traicionarme. Otra cosa es que, si las circunstancias lo piden, yo deba ponerle límites. Esto es algo que me ha pasado con alguna frecuencia y es de esas cosas que son parte del aprendizaje lésbico, en mi opinión… Eres una tía, la mayoría de los tíos son hetero… existe una alta probabilidad de que le gustes a más de uno… No puedes combatir eso ni hace falta.

Así que cuando hablo de sentirse deseable, no hablo de que tengas mil ligues y de que folles todas las semanas… No, porque eso es sentirse deseada y el deseo ajeno está fuera de tu control. Lo que sí que está bajo tu control es cómo ves tu propia posibilidad de ser objeto de deseo, tu deseabilidad.

Es algo que se aprende. Evidentemente cuando yo estoy en un mal momento me siento menos deseable que cuando estoy saltando de alegría por las calles y todo es maravilloso. Sin embargo hay un nivel de base que yo creo que se puede construir e ir aumentando para que, cuando haya un mal momento, solo sea un mal momento y no una crisis profunda de identidad, de lugar en el mundo y hasta de capacidades respecto de lo sexual.

En mi caso… Y voy a hablar de mí porque no soy terapeuta, no quiero dar consejos porque cada quien tiene su historia y necesitará herramientas diferentes, imagino… Como iba diciendo, en mi caso, darle significado al cuerpo ha sido fundamental… y eso lo he ido consiguiendo con mucha autoexploración y autoerotismo –sip–, muchas lecturas, muchas conversaciones, muchas noches en vela intentando entender de dónde venía mi dolor y, por supuesto, mucha terapia. También ha sido muy importante cambiar mi mirada sobre el sexo y, también, hacer las paces con que hay una parte importante de mi atractivo que viene de mi historia, de ese carácter que una adquiere cuando ha pasado por ciertas dificultades y hasta diría que el hecho de que yo sea una novatilla tiene un pelín de morbo cuqui al que debería sacarle más partido. Y luego está, evidentemente, el morbazo de quién soy…

Y yo que he sido tan reacia al morbo… Hoy, la verdad, es que me doy cuenta de que el morbo es solo una forma a la que llamamos la curiosidad por lo que no está en la norma. Yo no estoy en la norma por muchas razones que se solapan. Eso me hace ser quien soy… Me hace ser deseable… Y me hace sentir deseable. Ahí es donde calzan las palabras de aquella sexóloga…

Otra cosa es el vértigo. Normal. Hay toda una dimensión compartida en lo sexual que para mí es muy desconocida aún… Y ese vértigo es el que me traiciona los días malos ahora en estos días y ya no la corporalidad, por ejemplo.

La deseabilidad yo la siento hoy como una confianza tranquila de que tengo unas características, una personalidad, una forma de estar y de ser, una apariencia, una historia, un cuerpo, una forma de mirarme yo ese cuerpo, etc., que, por un lado, me gustan a mí y que, por otro, todo eso le puede gustar a alguien ahí fuera. A día de hoy no tengo noticias de gustarle a nadie (sentirme deseada), pero la confianza ganada de que es humanamente posible es lo que he podido trabajar y construir y lo que da una base cada vez más sólida para que yo pueda dar algunos pasitos, aunque sean tímidos.

Es que ahí una consecuencia práctica. Si tú no te sientes deseable, no vas a dar ningún paso para actuar sobre tus deseos… Es sintiéndonos deseables cómo nos atrevemos a, yo qué sé, escribirle para quedar a esa personita que acabamos de conocer. Luego lo que pase es otra historia, pero para abrazar a Eros debemos creer que podemos recibirlo. Y esto hasta vale para cuando se trata de amarnos en nuestra soledad… sin ese sentir que es posible, tu autoerotismo será pura mecánica… Es esa conciencia de “yo puedo ser deseada” lo que hace que el encuentro sexual contigo misma sea un encuentro.

Yo te invito a que te mires en el espejo de la deseabilidad, pero no para machacarte con los cánones del mundo. Tira a la basura y quema lo que el mundo opina que es “atractivo”. Mira, en cambio, qué te hace a ti especial, deseable… Fíjate en tu cuerpo, pero también en qué es lo que hace que tú seas tú… Porque tú eres irrepetible… Yo soy irrepetible… Y siempre estamos en constante cambio, por lo que somos incapaces de repetir nuestras propias versiones que ya hayan pasado.


  1. Si os parece rara esa “fuente de indeseabilidad”, os digo que es algo que me confesó una amiga mía. Al final, en nuestra sociedad, el trabajo da un estatus y muchas veces creemos que el estatus nos hace más deseables. ↩︎

  2. Y menos mal que no tenemos formas de supino… ↩︎