Una escena

Me posé la mano sobre el pecho. Respiraba entrecortadamente. No entendía qué es lo que había pasado. Miré y remiré a mi alrededor, pero no veía nada. Miré en mi interior y vi una tormenta que se calmaba, pero la cual, al disolverse, me daba embates contra las paredes de mi corazón.

Taquicardia.

Taquicardia llevando una bolsa de El Corte Inglés colgando del codo.

Me había preparado para lo peor. Me imaginé que, en cuanto pisara los pasillos de acrílico blanco roto, entre las marcas más caras, yo me iba a romper, que me iba a arrepentir, que me faltaría el aire, que me mirarían, que me llamarían de todo… porque yo me iba a dirigir a… esa sección.

Lencería. Planta 2. Bueno, planta 2 al menos en el de Pamplona. Solo tenemos uno. Pueblín. Y como pueblín, yo me imaginaba que sería el hazmerreír de toda la tienda.

Sin embargo, necesitaba un par de sujetadores. Ya mi pecho se desperezaba y no me gustaba ya cómo me quedaban las camisetas y no podía usar el único vestido que tenía. Me las había arreglado con unos bralettes, pero era un truco limitado. Era la primavera del 2022.

Y como mi talla es de esas que en España no se suelen vender… pues al único lugar al que yo sabía que podía acudir. De hecho había descubierto que tenían lo que necesitaba unos meses antes, de casualidad, simplemente por pasar por delante.

Mi plan era entrar a la sección de lencería, coger lo primero que viera que me fuera, pagar y salir corriendo. No tenía ganas ni de decisiones estéticas. Solo algo que me funcionara y ya está. Me repetí en mi cabeza el plan mientras entraba ya en el límite de la sección, donde me parecía a mí que me miraban juzgándome todos los sujetadores de la primera estantería.

Lamentablemente, no había nada que me sirviera en esa primera estantería que miraba hacia fuera de la sección. Mierda. Estaba forzada a meterme en el laberinto.

A ver, yo había acompañado a amigas mil veces y por eso sé de tallajes, me manejo entre FR, internacional, US/UK y sé hacer más o menos la conversión en mi cabeza, sé en qué fijarme… pero esta vez era para mí… La información era inútil; mi corazón estaba a punto de romperse.

“Cariño, ¿te puedo ayudar?”, me dijo una voz.

Justo lo que no quería, que se acercara una dependienta.

Titubeé y casi le dije que solo estaba mirando, incluso pensé decir que estaba mirando para un regalo. Menos mal, en cambio, que le dije la verdad: que sí, que si podía mostrarme qué tenían de mi talla.1

Recuerdo que la dependienta me sonrió. Una mujer guapísima, de pelo corto platinado, piel clara, maquillada con un toque de rubor, una raya del ojo tenue y labios rojos, bien rojos. Por supuesto, vestía el uniforme de americana y camisa blanca.

Me llevó a una estantería de una marca francesa que yo no conocía y, casi sin pensar, me mostró un conjunto precioso… espera, adónde vas con ese tanga.

“Vas a estar preciosa, reina”, me dijo.

Me derretí por completo. Yo me había esperado hostilidad, buscaba que ocurriera… Quizás quería eso para tener una excusa para dejar de dar pasos o hacerme daño… No, encima no solo no hubo hostilidad… encima me trata como a una… como a…

Como a una más.

Sí, al salir me dio un principio de ataque de ansiedad. Cuando te preparas para lo peor, la adrenalina te domina, estás preparada para atacar, para defenderte, para todo menos que te traten bien. Toda esa presión acumulada se tenía que escapar por algún lado.

A lo largo de los meses, siempre que voy me tratan así. Sé que solo hacen su trabajo, que quieren cobrar su comisión de venta porque ya sabemos cómo es esa empresa, pero son amables haciéndolo. Siempre me recomiendan algo que yo jamás habría pensado en un primer momento y encima aciertan las muy… Las adoro y me hacen sentir segura…

Juan 8:10

A veces me he dejado consumir por mensajes de odio que pululan por ahí, o sea, por internet… especialmente mensajes que vienen de EE.UU., donde todo lo LGTB está ultrapolarizado. Yo tengo mucha tendencia a mirar para ese lado del planeta porque es con lo que me crié… A ver, en Latinoamérica en los 90/00, la televisión por cable era mayormente canales de EE.UU., subtitulados –jamás doblados–, lo cual te acostumbra a una forma de comunicar.

Por eso solo escucho podcasts de allá y la gran mayoría del contenido que consumo viene de ahí… Quizás en YouTube sigo una proporción mayor de británicos, pero, vamos, que yo estoy culturalmente más conectada con The United States of America que con España misma… ¿Podcasts españoles? No los soporto.

Entonces, claro, hubo una época muy complicada en que buscaba hacerme daño escuchando a gente como Ben Shapiro o a Elijah Schaeffer o a la gente que rodea a Tim Pool. Coincidió también con mi Christian revival, también. Es como si yo, siguiendo mi transición, necesitase meterme los mismos mensajes que me forzaban a escuchar de peque en el entorno Opus y en mi familia.

La esquizofrenia era total. Por un lado yo consumía cosas que me decían que yo era moralmente lo peor, que merecía ser tratada como a una paria y que yo estaba siguiendo un camino degenerado y socialmente inaceptable… Por el otro lado, mi realidad era que yo no tenía absolutamente ningún problema, que me trataban bien.

Al final acabé petando, lógico, pero de forma escalonada. Voy a ser sincera: forzar ser hetero vino en parte por intentar ser digerible socialmente porque, si no, me sentía que ya era una paria por partida doble. Jugaron un papel otras cosas también, pero eso estuvo.

Quería ser condenada. Me sentía culpable y busqué un jurado hostil al otro lado del charco. Mientras tanto, en el aquí y ahora, ¿nadie me condena? ¿Hay algo peor que no te den lo que buscas?

Todavía tengo rastros de esa actitud… no es algo que se vaya de la noche a la mañana. No, no es sano. Son rastros de un trauma muy prolongado, de haber vivido cosas duras y… claro… el camino fácil es el que tomé: buscar una forma nueva de maltrato. Lo difícil es soltar el maltrato y comenzar a poner límites sobre qué permites que entre en tu vida.

Es que una cosa es que alguien te ataque… Eso puede pasar siempre. No puedo controlar que un día, por ejemplo, en una cafetería, alguien me insulte. De hecho, alguna vez he recibido algún insulto por la calle. Hay gente que nos odia; es un hecho.

Pero atacarte o exponerte a ataques conscientemente es perverso. Muchas veces me “disculpaba” diciendo que “debía conocer las opiniones del otro lado”… A ver… Sigo pensando que es necesario no quedarse en la burbuja LGTB, pero yo me crié en el lado conservador… Quizás debería esforzarme más bien por conocer lo que se dice en el mundo LGTB, ¡porque lo otro lo llevo en la sangre! El autoengaño es horrible.

«Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?»

Pues ni yo me condeno… el coro de acusadores que vivía en mi cabeza se ha ido disolviendo…

Es el corazón, cariño 💜

De las cosas que me he dado cuenta es que el aspecto físico es solo una muleta. Parece obvio, ¿no? Es aquello de El Principito, de que lo esencial es invisible a los ojos.

Ya, pero la presión que yo me he llegado a poner con el aspecto físico ha sido muy peligrosa. No se veía demasiado, creo, porque la presión era por cosas que no se ven a simple vista. Supongo que es natural: te quieres ver y quieres que te vean como tú quieres y… en fin… se vuelve muy fácil transformar eso en una pesadilla, con una exigencia patológica.

Al final te das cuenta de que lo importante en el día a día es cómo eres. Creo que eso es lo que me ha abierto puertas… Hay un punto en el que no querer molestar es bueno, porque te hace ser delicada… Otra cosa muy distinta es que una lo lleve al extremo como lo he hecho yo y me haya acabado cortando las alas mil veces en cosas que sí que podía hacer… que solo tenía que preguntar para comprobar que ese lugar me estaba esperando con los brazos abiertos.

Lo fácil en este párrafo sería decir que hay que buscar el equilibrio, ¿no? ¡Toma cliché barato!

Lo difícil es explicar qué es para mí ese equilibrio. Para mí es confiar en que el respeto engendra respeto, en un círculo virtuoso. Normalmente, si tú muestras respeto, la gente te va a respetar… y, al cabo de un tiempo, te van a mostrar cariño. Quizás no entiendan mi situación, pero eso es secundario, al final… Lo que importa es esa humanidad que nos debemos entre todos.

Y mostrar respeto yo primera no es ser débil, ni agachar la cabeza, ni dejar que me pisoteen… cosas que he pensado alguna vez en arranques de rabia contra mi propio maltrato… Pues no, significa querer conectar y estar abierta al mundo… y para hacer eso bien, te tienes que respetar a ti misma, te tienes que querer…

Yo he notado cómo se me han abierto aún más puertas desde que voy a terapia. Hubo un momento en que me di cuenta de que me estaba destrozando, pedí ayuda y en eso estamos… He ido trabajando el autorrespeto, eso me ha hecho entender qué es respetar y ser respetada… y me ha abierto las puertas a una vida mucho más pacífica.

Y cuando estás más pacífica, es que atraes más cosas buenas. Lo sorprendente es cuánto de bueno me pasó estando yo en plena tormenta.

Quizás esto es muy peligroso de decir; no me gusta hablar de qué deberían hacer o no otras chicas trans… pero me voy a arriesgar un pelín. Nuestro proceso es una construcción de la identidad tan pero tan comprimida en el tiempo y, a veces, con la frustración de que queremos ser vistas ya, que es muy fácil pegarnos contra la realidad muy pronto y perder de vista que esto de la identidad es un trabajo… para toda la vida…

Yo ahora a los 34 años no voy a ser igual a como cuando tenga 45 o 50 o más. Mi cuerpo cambiará, mi relación con la sociedad cambiará, lo que se espera de mí será diferente… No existe un estadio final, aunque parezca que sí cuando te venden tratamientos de toda clase.

Entonces, el consejo que me atrevo a darnos es… aunque sea dificilísimo, lo mejor es concentrarse en lo de dentro, no en lo de fuera. Lo de fuera va a ir cambiando siempre, ya sea por el paso del tiempo o, esperemos que no, por algún accidente o alguna enfermedad… Quizás un día me detectan un cáncer y pierdo mi pelazo por una quimio, por ejemplo, y eso me masculinizaría el aspecto de inmediato por la forma de mi cabeza y los huesos de mi cara. Pero lo que somos es lo que llevamos dentro.

Lo que tenemos que poner bonito es el corazón.

Sorpresa… eso vale para todos los seres humanos. Por eso siempre digo que no somos tan especiales… y eso, al menos a mí, me ha liberado de un montón, pero un montón de la presión que me llegaba a poner.

Es el corazón, cariño. Recuérdalo para que ya nadie te condene, especialmente tú misma 💜


  1. 95A en FR, pero, luego he descubierto que en realidad me va mejor la US/UK 36A… que es teóricamente equivalente, pero, como la conversión de un sistema al otro implica convertir de centímetros a pulgadas, se pierden decimales por el camino… por lo que las medidas no son exactamente las mismas… Sí, lo que una llega a aprender… 😅 ↩︎