…de vértigo.

Me da vértigo recordar el camino que he pasado. Ha sido muchísimo. Me toco el cuerpo y hay una parte como de incredulidad de que yo esté viva y bien. Lo celebro… pero mi cerebro, mientras celebro, me recuerda imágenes de toda mi vida…

Se me entrecorta la respiración. Me llevo la mano al pecho, a las caderas, a los muslos.

«V» de viva, también.

Recuerdo a muchas personas del pasado en este momento. Extraño a mucha gente. También extraño la sensación de estar enamorada.

Mi escritura se entrecorta. Necesito sacar. No sé el qué. Solo sé que también quiero decir «V» de vulva, sin tener una. A nadie que me haya visto desnuda parece importarle ese hecho.. ¿Por qué me viene ese pensamiento ahora, entonces?

Mi cuerpo se siente mucho en este momento. No es excitación. No es miedo. Es vértigo, como he dicho, porque mi cuerpo sabe por dónde ha pasado… Tanto lo malo que pasó, como los pasos que hemos dado en el último tiempo. Vértigo de saber que estoy transformándolo… y de cuánto lo he transformado. Moléculas de 17beta-estradiol correteando por mi sangre, cambiando qué se lee y qué no del código genético… La epigenética también existe… Mutación, transición, transformación, cambio, resurrección… no sé cuál es la palabra…

Mucho vértigo, a veces, de cómo han mutado mis sensaciones… de cómo ha cambiado mi vida. Otra vez… «V» de vida. La sensación de ser un navío en alta mar… Las olas son suaves, pero ya las hubo tan fuertes… ¿Viviré lo que sueño?

El deseo de soñar y una «V» de vislumbrar el futuro, aunque sea un poco. El nudo en el pecho… entre mis pechos inexplicables –regalo genético extraño– de que tengo un sueño enorme anidado en el templo dorado del alma y que no atino a dibujar los planos… El lápiz se rompe.

Soñar estaba prohibido en casa.

«V» de Vigo, el apellido y no la ciudad. A veces pesa. Cuántas veces he querido que la «V» se quitara del medio y ser Ariadna del Rosso, tomando el apellido de mi madre… Maldita sombra… pero si se me atragantan papeleos más sencillos… y en esos papeles, sueños pequeños que se retrasan…

Suspiro.

Me acaricio la rodilla izquierda.

Yo quiero volar, pero ¿esa «V» dónde la encuentro? Tantos asuntos de la tierra que se me acumulan, que no da tiempo ni respiro para emprender el vuelo hacia los horizontes con los que anhela cada día y cada noche mi alma de diosa griega… Sueño con la Isla en la que funda mis labios con los de Ellas, las demás graciosas diosas griegas…

¿Sabéis la de veces que me siento un fracaso?

Seguramente me exijo demasiado. Eso viene de una «V» tambien: la de virtud, pero de unas virtudes inventadas para enjaularme. Tenía que ser perfecta. Virtuosa… Mi alma grita que quiere abrazar la «V» de viciosa y de valiente “sin barreras”… Pero ahí viene el vértigo.

Me abrazo. Recuerdo cómo me abracé por un instante hace unas horas en la terraza del bar… y me sentí con «V» de voluptuosa por primera vez en mi vida… Lo vuelvo a sentir… Me miro la «V» ¿imperfecta? entre mis piernas y me digo, sin palabras, un cariño.

No es imperfecta. Pienso: «V» de Venus. Monte suave y flor que solo acepta cuidados.

Cierro los ojos y me veo. Mano al pecho. He pasado por demasiado. No tengo miedo… pero quiero que los pasos ahora sean menos solitarios. Conjuro una «V» más: de voto, de voto de sororidad… que esa es la parte que aún me cuesta hacer mía como mujer.

Repaso en mi mente a todas las que me han sostenido. Son muchas. Que se ahoguen en el mar esos últimos sentimientos de no-ser que me dominaron alguna vez y ya casi han desaparecido. Cogeré las manos de quienes estáis conmigo, cerca y lejos. Solo se llega lejos con hermanas que te animen.

«V» de vulnerable… es el último requiebro de mi corazón por hoy… y me gusta que sea ese… mientras siguen pasando en mi mente imágenes de muchas cosas que pasaron… Soy vulnerable en mi fuerza… y me honra serlo.