¡Uy! No me había esperado esto, la verdad. Me reía para mis adentros, aunque, a ver, la había pasado un poco mal… Lo sé, lo sé, esto es un in medias res y mis queridas lectoras estaréis pensando: “¡Que suelte el chisme ya!”.

Realmente escribo esto en mi casa, en pijama, desarregladísima, con un té, pero fantaseemos un poco. Me encuentro en un café,1 revolviendo mi espresso doble single origin con la cucharilla, con una mano posada en mi mejilla, ensoñada, con el alma revuelta, con el corazón aligerado… ay…

No miento si digo que ella era la primera mujer en la que me fijaba con honestidad en toda mi vida. A ver, una cosa es que te gusten las chicas y otra es que te gusten habiendo aceptado que eres una mujer a la que le gustan las chicas… Lo primero solo me había traído mucha confusión, historias sin acabar que ni yo misma reconocía, cosas raras… como caminar por la acera con una venda en los ojos…

Luego me di cuenta y me culpé y me avergoncé y tuve mi fase de amargura fea.

Hasta que, ese día hace poco, uy. Sí, uy. No sé su nombre, no sé ni si es de las mías –la estadística juega en contra–, dudo muchísimo que se fijara en mí aunque los dos momentos fueran muy graciosos… pero es que ese no es el punto, queridas…

Esto va de que estoy contenta de sentir la chispa. Solo eso. Ya, tomando un sorbo de mi café imaginario me pregunto cómo pude vivir negándome el dulce así… Una cosa es no ponerle azúcar al café y otra es no ponérselo a la vida… No, más, yo creo que estaba echándole bilis o cualquier amargor extraño que se os ocurra, que yo de gastronomía y condimentos sé poco.

Me siento como que he pasado un umbral. No sé, durante tantos años me pensaba incapaz, rota, ajena a todo lo erótico… La seriota del barrio. Supongo… y esto queda en la intimidad, claro…2 que… bueno… estar aprendiendo a explorarme yo… bueno… oye… que te derrite poco a poco las murallas de hielo…

Mi terapeuta, psicóloga y sexóloga, se entusiasmó cuando le conté. Le vi el brillo en sus ojitos.

Me acabo el café. Miro a mi alrededor. Oye, me siento más segura. Creo mucho en que somos vasos comunicantes… cuando algo mejora, mejora todo… y viceversa. La verdad, cómo ha valido la pena terapia, descubrirme sin mentirme, hacer las paces conmigo misma, entender mis traumas, trabajarme… Me ha abierto las puertas a algo tan humano como hacer el ridículo delante de alguien que me llamó la atención en ese sentido, sin intelectualizaciones bobas… Es que me tocó la fibra erótica, sin más… Que sí, que me sentí tontísima… ¿pero a que es súper, súper, súper bonito?

No hace falta contar muchos detalles. Matan la magia.

En serio, no me lo creo ni yo…

¿Qué pasará? Ay… Yo sé que esto en concreto no va a ningún lado –ahora escucho la voz de mi terapeuta, que me dijo: “¿Y por qué no?”–. Lo que me llena de esperanza es notar que yo he cambiado. Que acepto sentirme así. Que ahora tengo curiosidad. Que no es un suspiro un poco desanimado de verme ajena y extraña… como tantos que he escrito aquí en mi libreta virtual…

Si me dejáis ser un poco la Ariadna más cerebrito que puedo ser a veces, sí que me hago la pregunta un poco de cómo una es capaz de deshumanizarse y dejar que la deshumanicen tanto, tanto tiempo. Desconectar con algo tan visceralmente humano es muy grave. Yo sí que siento que me queda mucho por aprender, pero ahora siento mías la sexualidad, la erótica… también mis orgasmos, mis deseos… esa parte de mi yo, vamos. Sí, todavía tengo dificultades, pero me da que voy a estar bien.

Más que bien. Muy bien.

Me levanto de la silla de la cafetería y subo las escaleras que dan a la planta baja. Me siento poderosa. Me siento yo. ¡Uy, cómo has cambiado, Ariadna!


  1. Difícil: en Pamplona los domingos no abre ninguno de los que me gustan. ↩︎

  2. En la intimidad que un blog puede ofrecer 😂 ↩︎