Si me dijeras, Cupido, adónde
es que me disparas tus flechas.
Si me dijeras, Cupido, de qué color
es que son los hijos que me tejes.

¿Es que quieres que viva los frutos
De la isla sagrada por guerreras guardada?
¿O quieres que me esconda entre los brazos
De Heracles, el de pecho henchido e invencible?

Deja de jugar con el hervor de mi sangre,
Niño Travieso, acólito de Venus Invicta.
Deja de orientarme y desorientarme sin fin
En un laberinto que no es de piedras,
Pero que lleva por nombre el mío, eterno.

Me sentaré en el centro de este acertijo.
Cerraré en protesta las puertas de mi sexo.
Me sentaré sin moverme hasta que decidas
Que es mejor decirme los caminos que callarlos.

Porque como me enseñara una hija de Safo,
Para perderme yo, buscaré perderme,
Pero perderme sin quererlo ni quererme,
Jamás pensarlo; que mujer soy encontrándome.