Nota a la mañana siguiente de escribir esto: He decidido, como hice con otro post hace un tiempo, dejar el texto casi tal cual me salió por la madrugada. Solo he corregido fallos y aclarado algunas frases que estaban mal escritas, pero, en general, he querido mantener el hilo un poco desordenado y “sin pulir” que suele ocurrir cuando una escribe de noche, cansada, con la cabeza medio desactivada. Son palabras muy del corazón, más sueltas e sin tanta reflexión. De vez en cuando, está bien soltarse la melena.

3 de la madrugada y no quiero dormir, aunque tengo sueño. No quiero porque estoy a gusto con la luz cálida de la mesilla. Reina el silencio. Estoy sola y me gusta estarlo. Me siento en calma, a diferencia de lo que son últimamente mis días… Me siento refugiada. Me siento bien.

Yo escribo mucho sobre sexualidad y hago mis “pinitos” con relatos que tienen un “cierto erotismo” muy pudoroso, pero no sé si llamarlos relatos eróticos. A ver, me gusta imaginarme el cómo será después de tanto tiempo buscando sanar yo mi alma… pero esta noche, por mucho que tenga el deseo siempre presente… esta noche prefiero estar así, sola.

Prefiero esta soledad no porque me vea incapaz de compartirme… que es algo que me pasaba hace un tiempo. No, esta vez es porque estoy a gusto así. Hay noches para todo. Si algo he aprendido tantos, tantos, tantos años sin un encuentro con nadie es que no los necesito realmente. Los quiero, los ansío, pero no los necesito. He aprendido que puedo también desear y preferir activamente una noche sola como la de hoy, sin dejar de lado la fascinación y las ganas de volver a estar con alguien.

Y eso es una posición de muchísimo poder.

Siento que he madurado muchísimo desde que comencé a escribir este blog hace un año –esta aventura comenzó el 9 de octubre del 2022–. He escrito muchísimo, muy guiada por mi corazón inquieto. Me siento más tranquila, incluso ahora que estoy pasando por momento complicado administrativa y económicamente. Tengo más fe y me siento más firme. Se siente bien, la verdad.

En mi corazón rompen, ahora mismo, olas suaves contra las orillas de mi alma. Me susurran que confíe. Que llegaré a ser esa mujer que quiere ayudar y quiere jugar con los misterios del Eros, no para resolverlos –Eros no se deja resolver–, sino para celebrarlos. Mi sueño, soñando muy muy alto, sería poder crear un espacio que uniese esa parte terapéutica, llevada por un equipo bonito –yo tengo que estudiar para poder estar en esa parte–, con una parte de centro creativo porque yo creo que sanamos mejor cuando también nos alimentamos compartiendo arte… que puede ser de cualquier tipo. Me encantaría que fuera un espacio muy humano… cálido en su elegancia, riguroso en método y objetivos pero siempre delicado y amable para con las personas que este acoja…

Es que… por ejemplo, si alguien ha sufrido acoso en su cuerpo, ¿no estaría genial que contase con unas clases de expresión corporal o de danza lírica o algo de movimiento, para acompañar la terapia psicológica? Honestamente no sé si es un recurso útil para un caso así, solo es un decir de cuáles pueden ser las posibilidades.

Yo quiero dejar una huellita –aunque sea pequeña– en este mundo. Tendrá mi sello, obvio: mi sello chic y un poco de niña pija pero en plan intectual pícara… pero es que yo soy eso y no me da la gana ocultarlo ya más. Mi terapeuta me confrontaba hace un tiempo con por qué me sentía culpable por ser así y… tenía razón… es que es una parte que me hace yo y que es buena. Lo malo es ser elitista.

Pero estoy divagando. Y esta noche me gusta estar así, divagativa, palabra que no existe pero que, como doctora en Lingüística, sanciono como correcta.

Mi corazón le dice a mi cabeza –agobiada y atontada por el estrés– que me fíe. Que ahora, descargada de lastres y de etiquetas, soy libre. Que confíe, porque en mi vida lo que recibo son regalos que, muchas veces, me sorprenden… Sonrisas, piropos, una mano amable en mi hombro, miradas cómplices… esa unión de energía que he sentido y que, supongo, es la base primigenia de la sororidad. Mi corazón le dice a mi cabeza:

–Ahora vas a despegar, habrá turbulencias, pero ya no te ata la tierra… Recuerda todos esos momentos de pertenencia, porque fueron todos verdad.

Y hay unos cuantos momentos que yo guardo en mi corazón que agradezco mucho, mucho, mucho.

No sé cómo sucederá, pero creo que he construido lo suficiente como para alzar el vuelo.

Siento el amor cerca. No, no estoy pensando en nadie en concreto. Sé que lo está porque yo me he abierto y he cambiado la perspectiva sobre mí misma. Yo, que he pendulado durante toda mi vida de forma peligrosísima entre un cristianismo y un ateísmo radicales sin punto medio… Me noto “espiritual en calma”. No puedo explicar bien bien qué es lo que creo, pero creo en el amor, creo que existe la bondad… que no todo es oscuro y cínico… Creo que hay algo que nos mueve y que está más allá de los sentidos y de lo que podemos observar… No le doy una personalidad, como hacen muchas religiones, que encierran lo Divino en una persona… Tampoco lo llamaría una energía que se pueda canalizar. Creo que está en nosotros, supongo, y en lo que nos rodea, pero no me atrevo a decir nada más. Yo solo sé que yo soy más feliz y más estable creyendo más o menos esto. Creer en cierta magia nos abre las puertas a momentos mágicos… y esa magia está en nuestra alma. Hay que cuidarla, hay que mimarla y hacerla crecer… y en esa magia yo huelo que hay una historia bonita o unas historias bonitas “cerca”. No importa el cuándo. Importa que creo que vienen y que, por tanto, el pensamiento oscurísimo de Nadie querrá nada contigo queda atado con una cuerda. No desaparece, pero está sin poder.

Es que en he caído muchas veces en el error de quitarme las malas hierbas, o sea, valores ponzoñosos que me hacían daño, pero sin plantar nuevos más sanos. Al final, acaban creciendo malas hierbas otra vez, primas hermanas de las primeras que quitaste. Yo creo que es importante que llenemos con joyas y flores bonitas el vacío que queda después de cerrar las heridas de traumas… Es que el trauma nos acostumbra al dolor y a la herida; si solo quitamos lo malo del trauma, nos quedamos con la necesidad de sentir dolor como sea… Si nos llenamos de cosas buenas, que no solo sanen, sino que nos hacen cambiar para crecer, poco a poco dejamos de ser yonkis del dolor… y empezamos a ver la vida de otro modo.

Nada de esto es inmediato. Nada de esto es lineal. Sin embargo, el proceso es muy real.

Me gustaría decir que me he vuelto más sabia. Quizás. Lo que sí noto es que el agua del oleaje está más limpia. Me noto más humana y, por tanto, más Diosa que nunca. Yo espero ser la Ariadna más bonita que pueda ser; sabéis que el cuerpo y el alma para mí son lo mismo, así que lo digo en un sentido integral. Quiero que mi vida siembre, después de que tantas tormentas hicieran fértil un terreno que estuvo seco y muerto muchos años.

No podré engendrar en mi cuerpo, pero sé que puedo engendrar con mi corazón, donde hoy reinan cada día más el amor y la vida. Que siga así y que mi luz sea siempre muy bonita y ayude a poner luz en otros corazones.