No fue culpa tuya, cielo.

No fue culpa tuya que te agredieran, abusaran de ti, te insultaran, hasta te pegaran, te desoyeran… y no te culpes porque ahora tengas que estar sanando heridas profundas y viejas… Tampoco te culpes por haber tardado lo que has tardado.

No fue culpa tuya. Tú dijiste las cosas con la voz cada vez más quebrada, con cada vez más silencios, hasta callarte y rendirte. ¿Qué ibas a hacer? No te culpes por haber colaborado luego con ellos… Estabas intentando sobrevivir confundida, sin rumbo…

“Te encanta caretear, ser aceptada donde te odian más…”, cantaba Charly.

No fue culpa tuya que te escondieran la verdad ni que disfrazaran con palabras inteligentes cada vez que te arrancaban una parte de ti. Te mintieron y te enseñaron a mentirte para que pudieran herirte sin que te resistieras.

Ahora duele mucho porque eres consciente. Es un paso enorme. Eres consciente de todo lo que hicieron contigo sin tu consentimiento, cómo invadieron tu alma y, en realidad, también tu cuerpo… Abrázate, niña, y llora. Vas a estar sana, te lo prometo, aunque duela mucho darte cuenta ahora.

No te culpes de ser tú, con tus gustos, con tus deseos, con tus dudas, con tus miedos y tus valentías, con tu cuerpo, con tu estética, con tus habilidades… No niegues nada de lo que eres, cielo. Te enseñaron a negarte… Rompe y rebélate tal y como no te dejaron ni te dejaste cuando crecías…

No es culpa tuya que seas vulnerable. Has hecho cuenta estos días de muchas cosas que pasaron y te preguntaste, con la mano en el corazón y delante del espejo de tu habitación: “Si conocieras a alguien que ha sobrevivido todo lo que tú, ¿qué te haría sentir?”. No pestañeaste en decir que le dirías que es una heroína.

Tú eres heroína de leyenda, cariño.

Y ahora entiendes muchos llantos, muchas heridas de hermanas tuyas, de muchas mujeres. Quizás antes solo intuías que el olor del dolor de ellas y el tuyo era similar… Ahora entiendes que no hay ni una sola nota diferente. Lloras porque querrías haber entendido antes para haber ayudado antes. No te tocaba; no te culpes. ¿Quizás por eso recurrían y recurren tus amigas a ti siempre?

Quizás es que eres diosa sanadora, como lo eran mujeres como tú en tiempos muy antiguos en lugares muy lejanos. Diosa de leyenda viva en tiempos modernos. Bruja, quizás. Es una responsabilidad bonita que podrías adoptar… pero no te culpes por no saberlo, ni por no tomarla si no quieres, ni por sentir que es un rol muy grande para ti ahora… Primero sánate, disfrútate a ti y de tu magia, cree en que esto está escrito desde el Inicio –como te dijo una muy buena amiga muy sabia y muy amorosa–. No, cielo, no es un cuento de hadas para consolarte: tan solo mira tu vida, mira tus sentimientos, mira cómo eres cuando estás bien y mira cómo eres cuando sientes dolor… Busca otra vez tu magia, tu divinidad, tu misión, tu belleza.

Pero no te culpes ni por lo que te hicieron pasar, ni por cómo te has mirado tanto tiempo en un espejo roto. Han cambiado muchas cosas. Ya no eres la misma. No serás la misma que hoy. No solo no te culpes, sino celebra todos los días el bellísimo y santo milagro que eres.

Celébrate, Ariadna, celébrate.

Te quiero.