Cuando atraviesas ciertos jardines, a veces, te encuentras con preguntas y con respuestas que no te esperabas. Me pasa mucho cuando exploro mi sexo. Reconozco que no lo entiendo. Es un templo arcano, cuyas paredes me hablan en una lengua que me encanta escuchar, pero que me frustra mucho no acabar de entender qué es lo que me quiere decir.

No debería ser tan difícil.

Hace muy poco que me he atrevido a dar un lugar en mi alma al deseo. No recuerdo cómo aprendí a caminar –¿se acuerda alguien?–, pero ¿es como parecido? Al final es aprender a usar el cuerpo… imagino que se puede decir que es parecido.

Sin embargo, hay tantos prejuicios en mi corazón. Cuesta algunos días ver el vaso medio lleno. A veces juzgo tanto mis deseos que, a la mañana siguiente del orgasmo, me levanto con ¿culpa? Ni que me hubiese acostado con alguien sin quererlo… ¿O igual me acosté conmigo misma con una mirada equivocada y el efecto es parecido?

Mi templo íntimo es confuso aún, aunque haya descubierto caminos que son más claros dentro de él. Tengo miedo de que esto sean señales de que tenga que “contratar una reforma”. No me hace mucha gracia pensar en eso.

Quiero quererme de dentro para afuera. Me siento un poco fracaso porque me da vergüenza pedir más ayuda con esto y tampoco tengo claro ya qué clase de ayuda necesito… Al final, los recursos son un poco demasiado teóricos, la verdad.

Siento el caos de mi hilo mental. Esto no tiene ninguna pretensión de orden.

Y mañana es el 8 de marzo. Aunque viva muy bien y viva como una más, la Ariadna íntima no sabe dónde se ubica… Lesbiana transexual no son solo dos palabras juntas. ¿Cómo se traducen en una vida plena? ¿Cómo dejo de juzgarme o esperar el juicio ajeno que nunca he tenido? Supongo que esas preguntas solo tienen respuesta en el tiempo y con mucha paciencia. Y huyendo de las preguntas con el verbo deber, porque solo son un castigo encubierto.

Ya, obvio que detrás de todo esto hay una autoestima dañada. El diagnóstico ya me lo hago yo.

Mientras tanto, el templo vibra con alegría y campanadas, a pesar de que lo recorra con el corazón enjuto. A veces creo que prefiero más el paseo previo que las campanadas, que se alargan cada vez más y son más intensas… y… confieso que a veces preferiría que el cuerpo me tuviera más paciencia… que no me siento preparada para según qué sensaciones.

No debería ser tan difícil.