Me levanto por la mañana. Me tomo la pastilla y… me vuelvo a dormir. ¡Que no, así no va! No, me tomo la pastillita blanca y me voy a la cocina a moler el café… Oh no, voy corriendo al baño… Bueno, vuelvo a la cocina, ahora sí muelo el café –normalmente el más suave–, lo preparo y… a la habitación ya feliz con la Moka hecha y la tacita de cerámica.

En la habitación hay un espejo. Realmente es una antigua puerta de un armario.

Me miro de casualidad. Por las mañanas tengo unas pintas que son un poco… bueno… Aparte de despeinada, estoy con barba, a veces un pelín hinchada…

Pero algo no cambia nunca. Los ojitos. Esos ojitos Auteri –la familia de mi abuela materna–. Esos ojitos traviesos –como me dijo alguien–, brillantes, con ese tono achocolatado, con tonos a miel cuando les da la luz… Esos ojitos que me delatan siempre lo que sea que esconda en el corazón aquel día.

Lucas 11:34 se cruza en mi mente como una ráfaga…

Incluso en ese reflejo desaliñado, los ojitos susurran un nombre. ¿Qué nombre? El mío. El que elegí. Reflejan un algo que me encantaría explicar con ciencia pero es imposible; me tengo que resignar a que hay cosas que no se explican… Esos ojitos son ojitos de una tal Ariadna.

En un momento muy duro, sin casa, alojada en un albergue donde lo pasaba mal, con unos dueños muy complicados… uno de ellos me dijo que tenía ojos de mujer. Esa Ariadna solo tenía ojos de mujer en esos días: el resto era un cuerpo destrozado y un alma en pena. Esos ojitos eran la última llama, pequeña.

Son la llamita que han encendido el resto.

Esos ojitos son una mirada. La mirada es el alma. El alma y el cuerpo nos definen, digo yo… pero tienen que estar al unísono. Una antigua compañera de piso, psicóloga rusa que se parece físicamente un montón a mi actual sexóloga, me dijo hace muchos, muchos años, con el corazón acongojado que… “Tienes una mente increíble, un cuerpo privilegiado, un corazón enorme… pero están los tres desconectados. ¿Qué te pasa?”. Supongo que mis ojitos se entristecieron. “Si tan solo supieras…”, supongo que querían decir.

Y es 2023. Y me he acabado el café y me miro en el espejo, recordando qué hice anoche. Anoche me miré al espejo, a los ojos, y me dije unas cuantas cosas que me decís las demás chicas… Porque las demás me veis los ojitos y me sonreís, me decís cosas bonitas, me abrazáis, me acogéis… Yo en cambio me hablo fatal, normalmente.

Pero mis ojitos no pueden mentir. Chico, the eyes don’t lie. Esos ojitos hacen la magia. No importa cuánto me diga que no, los ojitos van a brillar con el brillo de una mujer. Y son el timón y el faro. Y me gustan incluso recién despertada y dormida total.

Me cuesta últimamente hablar de destino. ¿Quizás estaba destinada a ser? Cómo me cuesta ese verbo y eso que hice la tesis doctoral sobre ese verbo… Me escondo tanto detrás de verbos como vivo como en vez de hacerles caso a mis ojitos, a esa luz, al amor que me extendéis todas… Ya, no quiero apropiarme de nada, no quiero sentir que usurpo nada que no me corresponde… Pero… Contra esos pensamientos feos, recuerdo lo que he vivido, cómo siempre me decís que soy, que me sentís, que me veis, que ahora sí me conocéis… que en mí lo natural es… esto…

Venga, no me voy a dejar derrotar por el pudor que me está subiendo ahora mismo por las mejillas, aquí sola ante el ordenador… un pudor que me está tentando borrar el párrafo de arriba o incluso todo esto…

Hoy quiero decir, aunque me tiemble un poquito el pulso… Me he vuelto y soy una mujer y una increíble, encima. Me lo estáis diciendo todas siempre, me lo grita mi vida y quiero que los nubarrones negros de dudas súper sesudas se vayan al cuerno… Falsos sofismos contra una vida reflejada en una mirada… ¡Una vida! ¿Qué contra una vida que ha sido y es a pesar de todos los obstáculos posibles? ¿Para qué necesito argumentos si la vida ya me ha dado la razón… si las demás mujeres me han dado la razón? No, los ojitos nunca mienten. Si los ojitos gritan Ariadna es Ariadna, con todas las hermosas consecuencias.

“Es que lo llevas dentro, Ari”, me dijo una buena amiga este fin de semana pasado.

Los detalles diferentes solo son detalles.

Poca gente ha vivido todo lo que he vivido en tan pocos años. Ojalá algún día encuentre cómo devolver todo eso a los demás con cariño y amor. Parir no podré parir nunca; no puedo dar vida… pero al menos ayudar a otros en la que ya tienen… eso sería precioso.

Eso es lo que cuentan mis ojitos hoy… llorando de alegría, cómo no. Vaya.