El título seguramente haya provocado que más de una ceja se levante. ¿De qué habla esta ahora? Se le ha ido (aún más) la pinza. Sí, seguramente haya quien crea que últimamente hablo demasiado de temas un poquito “así”, pero he ahí el hueso duro de roer: Todavía nos cuesta hablar o escribir y escuchar o leer sobre nuestra sexualidad y sobre los sexos. Sí, vivimos en una sociedad que dice que es muy abierta, pero que, cuando habla de estos temas, los habla solo para dar “tips” y condenar lo malo, pero no mucho más. Mucha espuma, pero poca profundidad.

Pues bien, sí, “¿Qué haría Ariadna en celo?” parece un disparate. Una mujer no está en celo; eso es cosa de animales. Si ahora digo, encima, que no es solo una frase que me he sacado así de la manga para hacer clickbait, sino un ejercicio de mi sexóloga, quizás más de alguna lectora –y más de alguna sexóloga– se lleve las manos a la cabeza. Ya, pero es que ya te he enganchado, querida. El clickbait no es excluyente con lo interesante. Sin embargo, detrás de esa propuesta escandalosa hay un contexto. El contexto importa.

¿Me imagináis totalmente fuera de control, sin filtro ninguno? Pero totalmente. ¿Adónde podría llegar mi erotismo? ¿Me imagináis desatada? Venga, sin miedo…

No sé para mis lectoras, pero para mí es difícil imaginarme sin filtros, siguiendo sin dudas y con mucho poder el camino de la seducción que parte del deseo –ojo, no fantasía–, buscando el placer del encuentro. Por eso el ejercicio. El contexto tiene que ver con mi proceso de autoconocimiento. Tiene que ver con reconquistar la acción.

A ver, no se trata de vivir sin filtros ni de aspirar a hacer todo lo que desee. No: es un ejercicio para trabajar los permisos; sabemos muy bien lo que estamos haciendo. Es que además siempre hay que tener en cuenta de que no todo depende de una: que si una quiere experimentar una determinada práctica, pues resulta que tiene que haber otra aventurera que también lo quiera… O que no se trata de forzarme ahora a vivir esto o esto otro. El objetivo de verme y vivirme como una Ariadna desatada, en celo, que se libera es visualizar esa parte más animal, la más carnal, la más desatada, aquella a la que yo le quiero dar más permiso porque la ahogo siempre. Y, claro, dejarme vivirla.

La ahogo en intelectualizaciones. Es horrible. De hecho, sin entrar en muchos detalles, he tenido una temporada muy extraña y oscura, en la que me he fijado demasiado en el deseo… He suspirado desconsolada, dudando de un deseo que es evidente que existe en mí… pero es como si me hubiese puesto a lamentarme de que he perdido o no tengo un objeto que, a su vez, estoy sosteniendo entre mis manos delante de mis propias narices.

–Todo momento es perfecto y no hay que buscar el deseo que ya existe –me advirtió una buena amiga.

Mi problema no es la falta de deseo. Mi problema es el juicio aplastante con el que condeno todo mi ser por sentir cosas. A mí me incomoda darme permiso para vivir el placer en lo erótico –con el café de especialidad eso no me pasa, claro–. Ojo, sé que no soy la única. A las mujeres –aún hoy– se nos ha educado en un terror sexual que nos separa de la dimensión carnal y de sentirnos que podemos disfrutar con todo lo que esta acarrea.1 ¿Cuántas de nosotras hemos tolerado encuentros o relaciones sabiendo que no las estábamos disfrutando, que preferíamos otra cosa en ese momento? Eso es una parte del terror sexual inculcado: “Adaptémonos, pero ni se nos ocurra buscar qué es lo que queremos de vivir nuestra sexualidad, porque entonces somos unas zorras”.

–Entonces –quizá me digas–, el plan es volverte loca.

No, tampoco. Ya lo estoy bastante, pero no, no es volverme una irracional.

–¿No es un poco desesperado, quizás? –me puedes decir también.

Ah no, yo interpreto “la Ariadna en celo” desde el empoderamiento. Parte de un sentirme en la frecuencia que a mí, cuando lo he vivido, es poderoso y no es pedigüeño. La verdad, la pedigüeña excesivamente apegada nacía de mí cuando forzaba tener deseo sin tenerlo porque buscaba consuelo de mi dolor, pero eso es de hace muchos años en otras circunstancias y, afortunadamente… sonará raro… es un proceso que conseguí atravesar justamente por vivir soltera y sin encuentros durante un tiempo largo, aunque doliera la parte de la no vinculación. Ojo, hablo de mí y de mi historia; esto no es un manual de cómo hacer las cosas. Lo repito por las dudas. Me sirvió a mí así, fue así, ya está.

Responder a “¿Qué haría Ariadna en celo?” es una invitación al experimento y al juego. Quizás hasta diría de ponerme en el rol. Es una invitación al placer y en esto tengo algo que decir: entiendo muy bien que desde ciertos discursos se diga que el sexo no va solo de placeres. Es que es verdad: el sexo va de muchas más cosas. Sin embargo nadie sensato niega que ese placer puede existir y que está bien buscarlo… Siempre que una mantenga en la cabeza que pueden pasar muchas cosas en un encuentro y que lo principal es cuidarnos entre amantes. Mira, un día pueden salir las cosas de un modo desagradable y que el placer no se asome, pero lo importante es que nos acompañemos si hay un mal momento. También, claro, que la posibilidad de un encuentro insatisfactorio no sea –como es a veces para mí– la “excusa perfecta” para que no busque el placer ni busque compartirlo. De ahí el experimento y el juego: volver a la aventura, nena.

Y sí, esa parte carnal más “básica” hay que vivirla. Yo he vivido –por necesidad– mi sexualidad reencontrada muy desde la mente. Yo tuve que pasar por ese el sexo se piensa primero para ahora transitar –guiño– al sexo que soy. Y del ser nace la acción. Bueno, no ha sido un proceso lineal en el que una fase siga a la otra; todo ha sido un poco simultáneo, pero ya se me entiende. Por supuesto que, dentro de ese proceso, está también aceptar la marejada de sensaciones físicas que vivo casi a diario… y a las que todavía no he abrazado del todo.

Dicho muy mal y pronto yo vivo hoy en un estado hormonal de estar prácticamente “ovulando” todo el tiempo. Estoy simplificando, pero a grandes rasgos es eso. No es que viva cachonda y excitada. Lo que vivo es un mar de fondo que ha ido creciendo mucho: son olas de “tener presente esa parte de mí” que van, vienen, van, vienen, uy ha crecido, van, vienen, uffff, van… No me “activo” si no quiero, pero es como que las sensaciones son más presentes que antes del tratamiento hormonal. Obviamente, también todo el trabajo psicológico y sexológico que llevo encima me ha ido liberando y eso ayuda también. Es una combinación de factores, pero hay una parte fisiológica a la que todavía no me he adaptado del todo y que configura el cuerpo que vivo hoy.

Muchas sensaciones han cambiado. El orgasmo es otra cosa que, en fin, hace unos días me volví a asustar… no por intensidad… no es la intensidad en sí… es… ¿la extensión? Me siento un poco estúpida intentando ponerle palabras a esto. La excitación la vivo de otra manera. Mi piel se ha vuelto muchísimo más sensible al tacto. Las emociones –en general– las vivo en 4K ahora y se nota mucho. Verme en el espejo es una gozada y tiene que ver con cambios físicos muy concretos y no tan obvios como que se me haya desarrollado el pecho… Hablo, por ejemplo, de las caderas o del pelo y sensaciones internas de cómo va la máquina ahora. Esa es la magia de reencontrar el bienestar con el cuerpo, en mi caso por la vía que he escogido: que el cuerpo te devuelve los favores también con regalos.

Entonces, ¿por qué no aprovechar este momento? He cambiado la mirada hacia mí misma, pero es hora de cambiar la actitud hacia el mundo “en tanto que ser sexuado”. Aterrizar, jugar, experimentar… Probar a pensarme y verme y vivirme “en celo”, vamos. Abrir puertas tanto para mí como para otras… ¿Te imaginas, Ariadna mía, ser tú la seducida? ¿Por qué no ha de suceder? ¡Esto va en dos direcciones, querida!

Fácil escribirlo. Vivirlo… ya te contaré… lo que sea ético contar –obvio–. Sé que he escrito en esta línea, la del juego, más veces, pero la diferencia es que el ejercicio tiene también una tareílla práctica que me pone ya en la acción. Los empujones cariñosos que te dan personas de confianza son necesarios, a veces.

No voy a concretar mucho más en el cómo más práctico se desmelena la Ari en celo, desatada, salvaje y arriesgada: ideas tengo, claro. No, porque eso es muy íntimo… y porque una manía que tiene practicar la acción es que te muestra caminos que ni te esperabas. Yo sí que aspiro a que de aquí a un mediano plazo lea este post y note cambios en mi actitud y a haber intentado algo. No, el objetivo no es un polvo cada tres días en 2024 ni participar mañana de una orgía lésbica en una play party. El objetivo es hacer y sentir en vez de obsesionarme con pensar… que pensar ya sé que lo hago bastante bien, solo que demasiado.

–Así que vas a zorrear.

Sí, cuidando lo mejor que sepa y manteniendo mi esencia, pero zorrear, sí. Watch me!


  1. Sí, querida mía, también a mí, aunque no me vieran como una mujer… de facto comparto muchísimas experiencias de “deseducación en el terror sexual” que darían para un post exclusivamente sobre ello. Recuerdo, por ejemplo, cómo mi madre me insistía en el valor de la virginidad, que es algo que normalmente se nos insiste a nosotras… ¿Por qué lo hizo conmigo si insistían en que yo era un niño? Ni idea. A veces la vida está llena de paradojas. ↩︎