Le he escuchado a alguien, no importa quién, una frase que me ha atravesado el alma: “Me he ido sorprendiendo de la generosidad de la gente que tengo a mi alrededor”. Esta persona lo decía sobre todo el apoyo que recibió, sin esperarlo, en su proceso de recuperación de las drogas.

Y yo siento lo mismo.

Siento que he estado muchísimo tiempo sin ni siquiera la capacidad de recibir el cariño… o de darme cuenta de que lo recibía. Es como una ceguera extraña que, cuando se comienza a levantar, te encandila cómo de brillantes son las personas que tienes a tu alrededor, cómo no te juzgan, cómo están ahí para ayudarte, te escuchan, te quieren cerca…

Yo todavía piso con miedo. Todavía me cuesta hacerme a que los demás sean buenos conmigo. Lo escribí hace un tiempo, lo sé, pero es que me sigue pareciendo increíble… Es como un paraíso al que no te puedes creer que hayas llegado.

Son muchos pequeños gestos. Muchos. Algunos lejanos, algunos muy cercanos. Y yo siento muchas veces que todavía no soy capaz de corresponder, que todavía no estoy a la altura… pero… y siento quizás ser un poquito egoísta… pero también siento que es el momento de recibir todo lo que no me permití recibir en su momento.

Quiero hacerme a la temperatura del agua mansa que me rodea ahora. Acurrucarme en este sentimiento de que estoy protegida. Protegida. Ni había soñado nunca con ese sentimiento… y es increíble.

Me pregunto cómo pude hacerme tanto daño como para deshumanizarme tanto… pero qué importa ya ese pasado. Importa el presente: importa que ya no me creo eso que me decía de que no podía confiar en nadie o que no valía la pena para nadie o que lo mejor era que yo desapareciera del mapa… Pues…

Es que me siento humana por primera vez en mi vida… 🥰