Hubo una época en mi vida en la que tenía “todo claro”. Estaba escribiendo mi tesis doctoral y, claro, en esos momentos, el mundo académico me daba una especie como de carril con etapas, metas, formas… No, no me gustaba. A mí me gustaba enseñar, aunque tampoco es que fuera buena profesora. El mareo de papers, congresos, la misma tesis era… bueno… una forma de explotar mi creatividad en un ambiente controlado, con reglas.

Hasta que ya no me sirvió para nada, a mediados del doctorado… y ya peor cuando me quedé como post-doc en el puesto de investigadora. Sin una tesis que escribir, ¿qué hacía yo ahí?

Bueno, no tenía adónde ir. ¿Qué haces con un doctarado en Lingüística en el mundo real? ¡Nada! Solo me quedaba seguir la carrera académica… pero ya la odiaba. Me dejé estar, esperando un milagro que, obvio, no iba a llegar.

Luego me hundí en mi vida personal, pasaron cosas y tuve que salir a flote. Conseguí un primer trabajo, me quedé sin ese trabajo… y, después de unos cuantos obstáculos, estoy donde estoy ahora…

Pero me he ido dando cuenta de que quiero algo más…

En este blog escribo mucho sobre mis impresiones. De todo, ¿no? Sobre cosas que me pasan, sobre mis sensaciones, incluso sobre sensaciones muy íntimas, traumas, alegrías… Alguna vez dije que esto era casi un diario de terapia, más que otra cosa. Total, literalmente no sé cuántos visitantes tiene el blog porque no he instalado ningún tipo de sistema de analíticas.1 Así que esto para mí es sacar el alma al aire y, si alguien me lee, pues genial… y, si no, pues me queda para mí misma, que, a veces, me leo para recordarme cosas.

Bueno…

Un tema que se ha vuelto más y más y más recurrente es la sexualidad. Me fascina, me aterra, la siento muy cerca dentro de mí y la siento, a la vez, muy lejos porque no la he podido compartir en mucho tiempo y nunca la he compartido bien. Es una parte de nuestra humanidad que me parece súper bonita, que nos define, que nos diferencia de los animales… y que…

Yo he aprendido sobre sexo y los sexos –uy, esa forma de escribir tan de sexóloga…– a través de mi transexualidad. A ver, que para ser trans no hace falta estudiar… solo que yo sí que lo he necesitado por cómo soy. Y cuando digo estudiar no me refiero solo a leer, sino a entenderme yo, a sentirme, a incluso pasarlo muy mal conmigo misma para encontrar mi lugar en todo esto.

Me he dado cuenta de que, antes, yo no vivía nada de mi sexualidad. Sí, puedes hacer ciertos actos, pero sin esa conexión… o coherencia… eres solo un animalito confundido. Un poco como la pobre Gaia, que justo anda en celo2 estos días, y no sabe ni dónde meterse… pues eso.

Todo este largo proceso de transición ha sido –entre otras cosas– la forma en la que yo he podido humanizarme sexualmente.

A mí me fascina cómo la sexualidad permea tantas cosas que no nos damos ni cuenta a primera vista. No sé si os habéis fijado, pero yo nunca hablo de género justamente porque creo que mata hasta dónde llega la sexualidad. Yo qué sé, por hablar de mí… cómo ha cambiado mi forma hasta de verme a mí misma desde que he aceptado que resulta que me gustan las chicas y que tengo que aprender a gestionarlo… Literalmente, me veo más yo y más libre en cómo y qué expresar a través de mi cuerpo… por ejemplo, qué ropa usar. Que ojo, que no es que ser lesbiana exija uno u otro tipo de ropa… Es que ni siquiera uso las estereotípicas que a veces se asocian a ser lesbiana… No, simplemente, dejé de comprar ciertas cosas que, supongo, que compraba para impresionar.

Y todo eso es sexualidad, es sexo. El ser humano se relaciona con su cuerpo, de una manera organizada que tiene siempre algo que ver con la propia sexuación, sin ser necesariamente sexual ni que el objetivo sea siempre el acto. La sexualidad es mucho más que “cómo llegamos a la cama”… es que nuestros cuerpos están sexuados, o sea, tienen características que son sexuales, como, por ejemplo, la distribución de la grasa en el rostro –ah, que no os esperabais esa, guarris 😜–. Y sí, también tiene que ver con cómo se organiza la sociedad, cómo se te lee –esa palabrita tan trans– y, obvio, cómo y con quién te acuestas… que al final es otro acto de relación a través del cuerpo en el que operan muchas cargas sociales, personales, etc. etc. etc.

Cuando de repente cruzas la línea, te das cuenta de miles y miles de pequeñas cosas que… a ver… Momento muy extraño mío de orgullo trans… Miles de cosas que las personas cis jamás podréis descubrir en primera persona. Y, curiosamente, al menos a mí… te das cuenta de que los genitales, que son el centro de lo que la gente entiende coloquialmente por sexualidad, tienen mucha menos importancia de lo que te hace creer la sociedad. Sí, están como las “cosas obvias” –yo qué sé, que ahora me miran las tetas–, pero también están muchas otras como, por ejemplo, descubrir la libertad de que entre mujeres está permitido hablar sobre nuestros respectivos cuerpos y compartir experiencias, mientras que entre los hombres eso es un tabú enorme… salvo si es sobre enfermedades o sobre ciertos temas deportivos. Y de eso dudo mucho que te des cuenta salvo que hagas lo que he hecho yo. Y una cosa es que te lo cuenten o verlo en segunda persona… y otra muy distinta es vivirlo en primera.

No sé, creo que la perspectiva de una chica trans puede aportar muchísimo… del mismo modo que a mí me ha ayudado un montón que algunas de mis sexólogas hayan sido lesbianas y bisexuales cis. Necesitaba esa perspectiva para ver lo que me une a las mujeres y me hace una más.

Dicen –nunca lo he estudiado bien, lo siento– que en algunos pueblos originarios de Norteamérica las personas que, de algún modo, transitaban a una identidad sexual diferente a la “de nacimiento”, los llamados Two Spirit, tenían una función chamánica y se los reverenciaba como seres que tenían un conocimiento especial sobre el cuerpo, la vida sexual y esas cosas. Insisto, no soy una experta.

No digo que ahora me debáis tratar como a la chamán semi-diosa –aunque soy una diosa, claro 💁🏻‍♀️– y que yo, poco menos, soy vuestra referencia sobre todo lo sexual. Como sabéis, me falta mucho por hacer, así que no acepto el cargo 🤣, pero sí que tenemos una perspectiva especial que a mí me encantaría saber compartir y…

Sin rodeos, que me estoy planteando si estudiar sexología… lo cual sería un camino muy largo –entiendo que tendría que estudiar psicología primero3–, con el añadido un poco así del estigma de que alguien “mayor” entre a la universidad… y el estigma académico de una doctora “degradada” a estudios de grado…

Pero es que yo misma me he sentido sin referentes a veces. Hay alguna sexóloga trans –no sé de sexólogos trans–, pero la gran mayoría no es ni LGTB siquiera. Parecerá cliché, pero no soporto a los sexólogos hombres, por ejemplo… pero no porque sean menos profesionales, sino porque la perspectiva de los que me he encontrado suele ser demasiado médica y dejan lo emocional un poco muy de lado… Que es necesario, pero… yo, por ejemplo, me siento mucho más comprendida por ellas.

Entonces… No sé, que a mí me gustaría volver a tener un camino claro, más allá del corto plazo tan tirano. Y la sexualidad me apasiona, me revuelve el corazón… y creo que puedo aportar algo diferente, aportar algo al caleidoscopio hermosísimo que es nuestra sexualidad… pero hacerlo bien, yendo más allá de impresiones personales en este blog… que no está mal, pero este sitio no es –de momento, claro– una fuente científica de nada, ni es la función que creo que deba tener.

Sería hermosamente paradójico, ¿no? Que después de tanto luchar por recuperar mi sexualidad, descubra quizás mi segunda vocación ahí… ¿Y si…? Ay, esos ¿y sí? tan… tan tentadores. ¿Y si Ariadna tiene su destino como sexóloga?

Es una semilla, pero una que me hace ilusión. Ya veremos si crece o qué. No es el único destino con el que sueño, pero quizás este es el más visceral. De momento sé que tengo que seguir explorándome yo y que convendría vivir más cosas en la carne… aparte que, de momento, también tengo otras cosas más urgentes que arreglar… Pero, mientras tanto, seguiré leyendo, seguiré observando, seguiré conversando y… eso nunca se pierde ni es perder el tiempo.

Pero sí… de algún modo me gustaría que lo que he aprendido y vivido, bueno y malo, no se quede simplemente en mí y ya…

¿Y si…? 💜


  1. Por eso no hay ningún mensajito sobre cookies. Sí, podría ponerme a leer directamente el registro de accesos del servidor web para hacerme una idea de cuánta gente entra contando las IPs que no sean las mías… pero… vaya pereza. El registro ese puede ir acumulando polvo todo lo que quiera. Creo que hasta puedo desactivarlo, pero ni he mirado. ↩︎

  2. Ya, tremenda irresponsabilidad, pero no es mía… es de mis compañeras de piso. Y la irresponsabilidad no es porque se quede preñada, porque no la dejamos salir… El tema es que gata sin camada y sin esterilizar acaba teniendo problemas en los ovarios. Mejor no hablemos… como ya he dicho, ninguna de las dos gatas del piso es mía. ↩︎

  3. En el doctorado en Lingüística sí que tuve cierto entrenamiento en Psicología experimental… El grupo de investigación era grande y estábamos divididos según disciplinas, pero la política interna era que todo el mundo debía estar preparado para saltar “del banquillo” para suplir en cualquier otra sección en cualquier momento. Como yo era y sigo siendo una friki de mierda que se pone a curiosear sobre cualquier cosa, a mí me usaban para casi todo… así que acababa en Psicolingüística tan fácilmente como en Fonética o, peor, en temas de Terminología… Dudo que eso convalide, la verdad. ↩︎