El otro día, después de regalarme un orgasmo –el primero en días–, en medio de la sensación de alivio y de placer, me preguntaba por qué no lo hacía más seguido. Vaya manera de amargarme el dulce, la verdad. Pero es verdad: no es un camino que suela tomar, aunque sepa lo bien que me hace… especialmente para sentirme conectada conmigo misma.

Me está costando mantenerme conectada con mi cuerpo. Son como momentos intermitentes que tengo que medio buscar o, incluso, planificar porque, si no, los voy posponiendo… y mientras los pospongo, crece la ansiedad, crece la sensación de desconexión, crece una especie como de sed.

Y no hablo solo de masturbarme. Hablo de hacerme un pequeño masaje o de mirarme atentamente en el espejo o tan solo acariciarme un poco… o, simplemente, parar para sentirme, sin más. Sí, el Eros es poderosísimo, pero no es lo único, claro.

Cuando conecto me siento yo. Siempre digo que soy muy corporal, muy sensual, muy erótica… y lo soy, en mi intimidad y, a veces, en ciertas fotos, pero de normal lo escondo detrás de un aura racional e intelectual que es como mi piloto automático. Y la Ariadna traviesa –como escribí hace un tiempo– se queda en el tintero.

Demasiado tiempo me siento como atando en corto mi cuerpo porque me da miedo lo que pueda salir de ahí. Me siento culpable, creo, de que una pueda sentir tanto que se revele que la mente no es el lugar perfecto en el que me refugio. Los deseos del cuerpo me desmontan esa seguridad, me llevan a lo real y… yo apenas estoy aprendiendo a vivir ahí.

He avanzado… sí… Me estoy tocando, estoy activamente intentando desarticular las defensas, porque me hacen infeliz… pero…

Cansa mucho esta batalla. Es que afecta en mi relación con los demás. Afecta, por ejemplo, en que no he vuelto a bailar en pareja y no me veo capaz de hacerlo… porque me da miedo sentirme vulnerable en mi cuerpo delante de alguien, da igual si bailo de leader o –peor– de follower. Afecta, obvio, en que no hago absolutamente ningún paso para conocer a nadie. No me imagino besando a nadie, ni cogiendo la mano de nadie, los abrazos me dan urticaria en este momento –pero me muero porque alguien me abrace– y siempre encuentro una “razón” para no abrirme.

Ya, es que yo me abría físicamente con el alcohol. Bebiendo podía. Era la única manera de bailar en pareja. La única manera de tener sexo –pero un sexo disfuncional del que solo recuerdo sensaciones desagradables–. La única manera de salir del runrún mental permanente…

Hay una parte de mí que me grita que vuelva a beber para volver a ser normal. No, ni loca. Es solo recordar la vergüenza y la pena que sentía cuando acababa vomitando abrazada al váter, babeando y mareada y sintiéndome un trapo sucio… y se me hace un nudo en la garganta… No, beber sería tapar el problema… Lo único positivo que demostró la bebida es que, bueno, como desinhibe, eso quiere decir que llevo algo dentro que puedo sacar…

Pero lo quiero sacar yo, conectando y creando una alianza entre mi mente y mi cuerpo… La bebida tan solo apagaba la mente. Sueño con esa libertad de poder sacar todo yo sola de forma natural.

De mientras, ¿qué? Me siento un fantasma sin rumbo, desconectada de mi humanidad y del resto de la humanidad. Exiliada. Y ese aislamiento me hace sentir atrapada, me hace sentir que se me va a hacer cuesta arriba siquiera intentar volver a relacionarme en la carne –aunque sea bailando, sin más– con alguien… Me da miedo que tantos años aislada me hayan acostumbrado a que no es “necesario” –lo es– y me haya adaptado para siempre a esta falta solo por inercia.

Es que tampoco le quiero complicar la vida a nadie con mis taras. Y sí, sé que muchas veces el amor puede superar y sanar estas cosas… que hay gente que es capaz de mirar por encima de tus heridas, pero para eso me tendría que exponer un poco, usando la palabra de una amiga.

No, no estoy bien, al menos no en este aspecto de mi vida. Me cuesta mucho. El consuelo de que me cuesta menos conmigo misma, aunque lo tenga que hacer de forma casi obligándome a veces… pues sabe a poco, qué voy a decir. Sí, genial, pero no me quita la sensación de que mi relación con mi cuerpo y los cuerpos sigue teniendo muchas cosas pendientes.

Y ser lesbiana y trans no ayuda. Todavía hay una parte de mí que se avergüenza muchísimo, que, de algún modo, susurra autoginefílicaaaa a pesar de toda mi biografía. Además me gusta ser delicada y creo que me toca serlo mucho más si soy lesbiana trans. Que no, que no me gusta caer en el orgullo performativo. A mí me gusta hablar de corazón… aunque sea decir algo tan terrible como que sigo sintiéndome fuera de lugar…

…aunque todo el mundo me trate súper bien, incluso quien no creerías…

Confiar en lo que he construido se ha vuelto un lema constante para mí… Jo, que he hecho muchísimo trabajo, sigo haciéndolo y yo sigo operando muchas veces como si estuviera al principio de todo. Que sí, que hay mucho que tratar, pero debería ser más realista conmigo misma.

Me estoy haciendo terapia en vivo aquí. No edits, no cuts.

Supongo que el plan es seguir abriéndome conmigo misma primero. Poco a poco ir naturalizando el placer, mi sexualidad, mis fantasías, no amargarme el dulce yo sola y seguir creciendo y afianzando mi relación con mi cuerpo. Sin embargo otros pasos no lo quiero dar sin sentirme segura… porque quiero que la otra persona se sienta segura conmigo de que no voy a saltar por los aires de manera impredecible.

Reconocer que un camino es más largo aún es… duro. ¿Cuánto tiempo más? es una pregunta que me hago mucho. Una tiene la ilusión siempre de que llegará un momento en que una vencerá y que será pronto, especialmente si una lleva mucho tiempo trabajándose en terapia y una misma.

Pff… 🫠

No quiero acabar este post con un sabor amargo.

Bueno, sé que voy a conseguirlo. He conseguido muchas cosas increíbles. Intentaré fijarme en eso para darme impulso. Es que no quiero sentirme una apestada. Quiero sentirme que pertenezco. El ser humano es físico y quiero aprender a serlo… me hará más humana y, al final, eso es lo que siempre he querido: una chica, una humana, una más.