Me he sentido perdida. Le he estado exigiendo a la vida ir a los ritmos que espero yo, en vez de dejar que los ritmos de la vida me lleven a mí. Justifico el control con la idea de que debo ser yo la que pilota el barco… pero no se puede…

Quizás la vida es acompañar el río con leves ajustes del timón y tener fe de que esos movimientos pequeños, a la larga, traen cambios enormes… No, no lo sé… no soy una de esas sabias de antaño que tenían respuestas profundas para todo.

Solo soy una exploradora novata.

Me he sentido perdida entre pulsiones del cuerpo, por querer que las cosas se resuelvan ya… y como eso no es así, me he frustrado, he rabiado en la soledad de mi habitación, delante del espejo, he llorado en la cama, me he desanimado, me he herido y he sentido ese miedo frío de haber perdido el camino…

Y he dudado.

Cuando dudo, recuerdo unas palabras de alguien: Tú ya jugabas de pequeña. Y recuerdo a esa pequeña. Y de pequeños no hay nada más serio que cómo jugamos.

La pequeña oculta, desconocida para el mundo y para sí misma, pero que se dibujaba de niña sin pensárselo dos veces, soñaba con crecer como sus amigas y que no estaba demasiado mal con su cuerpo, aunque de vez en cuando ocultaba aquello entre las piernas, sin pensar… hasta que ese cuerpo empezó a ser cada vez más diferente, le enseñaron esas diferencias, le impusieron esas diferencias y, de repente, se tocaba la nariz extrañando la forma que tenía… antes.

Sin saberlo, Ariadna estaba ahí de siempre, ¿no? Aunque fantaseara con otros nombres que hoy no me sirven… ahí estaba. De niña, dibujando. De adolescente, apretando la almohada entre las piernas… Y recibiendo las primeras piedras.

Yo no sé si tienen razón los que dicen que hay algo en el cerebro o si tienen razón los que dicen que todo es construcción psico-social o si las hormonas o yo qué sé.

Me he roto tanto la cabeza y el alma intentando explicarme, con la esperanza de convencer a los que nos odian… Quienes nos odian no van a querer nuestras explicaciones… Intentar explicarme, incluso a mí misma, es tan tentador: le da ese aire racional a la propia vida y las elecciones que una hace… pero, entonces, de tan racional acabé olvidando algo…

Que Ariadna se hace cada día, viviendo. De peque estaba viva, aunque bajo otro nombre… pero vivía sin más, sin pensar… hasta que me obligaron a pensarme.

Entonces, a vivir y ya… A vivir como cualquiera de mis amigas. No me consideraré menos. El respeto verdadero viene de que deje de dudar, no de separarme, ni de agachar la cabeza, ni de disculparme por haber nacido un poco distinta.

Oye, y ser hermana de Safo… tampoco se piensa, se vive. Quiero vivirme sin miedo… como cuando no tenía tanto tiempo para pensar en ello, muy al inicio de todo… No debería darle tantas vueltas, que solo me lleva a esconderme.

Todo tiene que venir de respetar lo que es esencial para mí y qué más esencial que mi ser. Cuando dude, me sienta una impostora, crea que no merezco nada o que me tengo que quedar en segunda fila esperando a no sé exactamente qué bendición universal para sentirme “de verdad”… en esos momentos, ¿no es mejor recordar cómo dibujaba y jugaba?

Y entonces siento libertad. Una libertad de muy hondo. Y siento una conexión que no sé explicar. Me siento mejor así, volviendo a la raíz cuando la tormenta arrecia y sacude mis ramas…

Ay, si es que Ariadna, Ari, no necesita explicación ninguna. Solo necesita vivir y vivir muy mucho y bien 💖